Los retos que enfrentan van aumentando, especialmente en estos días, tras el anuncio realizado por la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en inglés) el pasado 24 de diciembre, en el que indicaron que van a realizar una serie de redadas dirigidas a miles de familias que ingresaron ilegalmente al país desde principios del año pasado, con el objetivo de deportar a cuanto indocumentado encontraran en el camino (bonito regalo de navidad les han dado).
Siendo conscientes de la necesidad de generar mayores reflexiones en torno a este fenómeno mundial, la conferencia episcopal Estadounidense celebra del 3 al 10 de enero la Semana Mundial del Inmigrante, con el lema “Fui forastero y me acogiste” (Mt. 25,35).
El objetivo es profundizar sobre la actitud que deben tener los norteamericanos (¡yelcolombiano.com todos!) frente a los inmigrantes presentes en su país, quienes llegan por condiciones de violencia, desempleo o pobreza. Hombres y mujeres que se la juegan toda con un gran costo personal, buscando muchas veces el bien para sus hijos por encima del bien para sí mismos.
Bien dijo el arzobispo de Denver Samuel Aquila en su columna sobre este tema hace un año: “Los americanos no son anti-inmigrantes”, y también, en nombre de muchos obispos de su país, expresó su preocupación por las actuales leyes que regulan el control migratorio en Estados Unidos: “Tienen una falla común: no toman en cuenta que muchas personas se ven obligadas a abandonar su patria por la violencia o por la extrema pobreza”.
Al ser los inmigrantes latinos de mayoría católica, muchos de ellos buscan en la Iglesia una institución que los acoja, los consuele, interceda por ellos ante el Estado y les brinde ese pedacito de tierra que han dejado por medio del calor de una comunidad conformada por personas que tienen su misma realidad. Ocurre también con personas que en sus países de origen no tenían cercanía con la Iglesia pero al llegar a los Estados Unidos se sienten acogidos por ella y empiezan a vivir su fe o a retomarla.
La Semana Mundial del inmigrante es también una oportunidad de apreciar mejor la riqueza cultural que traen quienes vienen de otros países y la necesidad de integrarla a la nueva realidad. Bien les dijo el Papa Francisco en su reciente viaje a Estados Unidos: “También están llamados a ser ciudadanos responsables y a contribuir provechosamente –como lo hicieron con tanta fortaleza los que vinieron antes-, a la vida de las comunidades en que viven”.
Y resaltó algunas de esas riquezas dignas de ser exportadas y que tanto necesita la sociedad estadounidense: “Pienso, en particular, en la vibrante fe que muchos de ustedes poseen, en el profundo sentido de la vida familiar y los demás valores que han heredado. Al contribuir con sus dones, no solo encontrarán su lugar aquí, sino que ayudarán a renovar la sociedad desde dentro”.
Artículo publicado originalmente en www.elcolombiano.com