1. JUVENTUD DESBORDANTE. TODO EN TODO.
Carlos Leisner, nació en Rees (Renania del Norte-Westfalia. Alemania) el 28 de febrero de 1915. Fue bautizado el 5 de marzo, y entre otros nombres recibió el de la Virgen María. Muchacho alegre, desde niño estuvo entregado a la Santísima Virgen. Y todo lo que sucedió después en su vida permite concluir que María lo miró verdaderamente como a su protegido, lo cuidó y dirigió.
Tratemos de imaginarlos a Carlos María: en los ojos, la liviana alegría renana; en el corazón, la profundidad de un westfaliano; en la voluntad, una tenacidad firme. En medio de sus cuatro hermanos menores, lo escuchamos cantar y representar. En el colegio no era exactamente aplicado, pues debido a sus aptitudes le iba bien sin ello. Durante toda su vida tuvo que luchar duramente contra su testarudez, ambición y terquedad.
Acudió a la escuela católica de Kleve, adhiriéndose pronto al movimiento juvenil católico. Dos lemas marcaron sus primeros años: Todo en todo y una vida para la juventud.
Y así, a los quince años Carlos María nos sorprende con el siguiente plan de vida:
Algunas verdades fundamentales y reglas de vida.
* Orden:
a) En mi interior ningún sentimiento indigno, desordenado, vulgar. Ser siempre honrado.
b) En el comportamiento exterior: siempre con mis ropas en orden, las actitudes y los modales correctos (al comer). Delicadeza y cortesía. No demasiado fogoso y locuaz. Honrado.
c) En mis cosas: honrado y claro, cortés y delicado. Frente a las muchachas: disciplina y correcta actitud interior.
* Disciplina y orden.
Por la mañana levantarme rápida y puntualmente. Lo demás con exactitud y rapidez. Inmediatamente un Sursum corda cada mañana. Dejar de inmediato toda pereza. La trayectoria del día comienza valiente y piadosamente.
* Piedad y amor sobre todo.
Nada de hipocresías y fanfarronerías. No demasiada locuacidad; más hechos para ayudar a los demás. Firmeza en todo. Diariamente educación del carácter. Entrenamiento de la voluntad. Moderación en el comer. Todo relacionarlo con Cristo. Leer asiduamente la Biblia. Más aplicación en todo. Mucha más aplicación. Amor hacia todos. Fuera con el egocentrismo, esto es, con el pecado. Reflexionar con serenidad, después actuar valientemente.
Tenía trece años cuando logró reunir un grupo de jóvenes que el mismo dirigía. El corazón de los jóvenes se ensancha en contacto con la naturaleza creada por Dios. La natación, ir en bicicleta y las excursiones, mantenían unidos a los muchachos. Con comedias de títeres y obras de teatro que ellos mismos adaptaban o escribían, conseguían ayuda para una organización de caridad.
Reían juntos, reñían juntos, y también cantaban y rezaban juntos con mucho entusiasmo. Cada excursión era colocada bajo la protección de la Madre de Dios. Durante el viaje, el jefe cuidaba de que se rezaran las oraciones matinales litúrgicas, la misa con comunión y completas por la tarde. Aunque se hubieran divertido y reído horas enteras nunca se olvidaban de rezar.
Cada año durante las vacaciones, se sentían atraídos poderosamente hacía la lejanía para hacer sus campamentos. Carlos María impregna su diario con su vida de piedad, y así leemos:
A confesarse a la iglesia cercana. Digo al sacerdote toda mediocridad y pequeñez, toda envidia y falta de compañerismo. Uno se siente nuevo, alegre y liviano. Un verdadero día de Domingo y día de resurrección en el corazón.
Y en la misma línea de ascensión espiritual se abisma en las maravillas que le rodean:
La naturaleza de las montañas es audaz, altiva y serena. Se vive en medio de ellas en constante asombro. Una profunda emoción, casi religiosa, cautiva nuestros corazones a causa de esta grandeza y de esta belleza... En tales momentos, apenas se puede dudar de que existe un Dios vivo, que todo lo ha creado, todo lo mantiene y gobierna. La admiración y el asombro respetuoso nos traen la paz.
No pasó ningún año en que Carlos María no tomara su bicicleta y su mochila. Las tierras circunspectas del Norte de Alemania, la encantadora región del Saar, la amigable Bélgica, la melancólica y silenciosa Selva Negra... Visitando siempre los Santuarios que a lo largo de esos parajes se dedicaban a la Virgen María. Exclama en su diario: ¡Patria mía, qué sería de ti sin los lugares de gracia de la Madre de Dios!
Entre estas experiencias se desenvuelven los años de desarrollo. No nos sorprende que Carlos María tuviera que luchar duramente por el brillo de la pureza y de la alegría. Su temperamento apasionado y una fogosa vitalidad, aparejados de una extraordinaria sensibilidad, le hicieron difícil la victoria. Pero los muchachos que él dirigía debían ver en él el modelo de una respetuosa y disciplinada pureza.
El otoño de 1932 trajo una prueba de renunciamiento para su espíritu. Su diario nos ha dejado unas pocas frases. Se trata de la primera inclinación, llena de ilusiones por una muchacha. Carlos María percibe, con toda su naciente capacidad para amar, el estremecimiento de las profundidades del corazón y del inquietante poder del amor humano:
Era la época del primer amor. Debía ser un día de noviembre o diciembre de 1932, cuando después de un largo silencio, irrumpió un gran amor hacia ella. ¡El séptimo curso! Diecisiete años y ya enamorado. Fue una lucha impetuosa y ardiente por la caballerosidad, la pureza y la autodisciplina. Quién puede contar las horas íntimas, dulces y secretas, en que hablaban los corazones. Fue un gran dilema cuando mi padre me preguntó si no prefería salirme del colegio antes del bachillerato y hacerme empleado. Sin embargo, dije que no. El alma ardía... Más no puedo escribir: debe permanecer como un hondo secreto del corazón.
Probablemente encontremos en estas líneas las razones por las cuales, de repente, había perdido el interés por sus jóvenes y por el sacerdocio. ¿Acaso el lema de su vida, Cristo es mi pasión, que eligió en sus primeros ejercicios espirituales, se estaba diluyendo?
Carlos Leisner, nació en Rees (Renania del Norte-Westfalia. Alemania) el 28 de febrero de 1915. Fue bautizado el 5 de marzo, y entre otros nombres recibió el de la Virgen María. Muchacho alegre, desde niño estuvo entregado a la Santísima Virgen. Y todo lo que sucedió después en su vida permite concluir que María lo miró verdaderamente como a su protegido, lo cuidó y dirigió.
Tratemos de imaginarlos a Carlos María: en los ojos, la liviana alegría renana; en el corazón, la profundidad de un westfaliano; en la voluntad, una tenacidad firme. En medio de sus cuatro hermanos menores, lo escuchamos cantar y representar. En el colegio no era exactamente aplicado, pues debido a sus aptitudes le iba bien sin ello. Durante toda su vida tuvo que luchar duramente contra su testarudez, ambición y terquedad.
Acudió a la escuela católica de Kleve, adhiriéndose pronto al movimiento juvenil católico. Dos lemas marcaron sus primeros años: Todo en todo y una vida para la juventud.
Y así, a los quince años Carlos María nos sorprende con el siguiente plan de vida:
Algunas verdades fundamentales y reglas de vida.
* Orden:
a) En mi interior ningún sentimiento indigno, desordenado, vulgar. Ser siempre honrado.
b) En el comportamiento exterior: siempre con mis ropas en orden, las actitudes y los modales correctos (al comer). Delicadeza y cortesía. No demasiado fogoso y locuaz. Honrado.
c) En mis cosas: honrado y claro, cortés y delicado. Frente a las muchachas: disciplina y correcta actitud interior.
* Disciplina y orden.
Por la mañana levantarme rápida y puntualmente. Lo demás con exactitud y rapidez. Inmediatamente un Sursum corda cada mañana. Dejar de inmediato toda pereza. La trayectoria del día comienza valiente y piadosamente.
* Piedad y amor sobre todo.
Nada de hipocresías y fanfarronerías. No demasiada locuacidad; más hechos para ayudar a los demás. Firmeza en todo. Diariamente educación del carácter. Entrenamiento de la voluntad. Moderación en el comer. Todo relacionarlo con Cristo. Leer asiduamente la Biblia. Más aplicación en todo. Mucha más aplicación. Amor hacia todos. Fuera con el egocentrismo, esto es, con el pecado. Reflexionar con serenidad, después actuar valientemente.
Tenía trece años cuando logró reunir un grupo de jóvenes que el mismo dirigía. El corazón de los jóvenes se ensancha en contacto con la naturaleza creada por Dios. La natación, ir en bicicleta y las excursiones, mantenían unidos a los muchachos. Con comedias de títeres y obras de teatro que ellos mismos adaptaban o escribían, conseguían ayuda para una organización de caridad.
Reían juntos, reñían juntos, y también cantaban y rezaban juntos con mucho entusiasmo. Cada excursión era colocada bajo la protección de la Madre de Dios. Durante el viaje, el jefe cuidaba de que se rezaran las oraciones matinales litúrgicas, la misa con comunión y completas por la tarde. Aunque se hubieran divertido y reído horas enteras nunca se olvidaban de rezar.
Cada año durante las vacaciones, se sentían atraídos poderosamente hacía la lejanía para hacer sus campamentos. Carlos María impregna su diario con su vida de piedad, y así leemos:
A confesarse a la iglesia cercana. Digo al sacerdote toda mediocridad y pequeñez, toda envidia y falta de compañerismo. Uno se siente nuevo, alegre y liviano. Un verdadero día de Domingo y día de resurrección en el corazón.
Y en la misma línea de ascensión espiritual se abisma en las maravillas que le rodean:
La naturaleza de las montañas es audaz, altiva y serena. Se vive en medio de ellas en constante asombro. Una profunda emoción, casi religiosa, cautiva nuestros corazones a causa de esta grandeza y de esta belleza... En tales momentos, apenas se puede dudar de que existe un Dios vivo, que todo lo ha creado, todo lo mantiene y gobierna. La admiración y el asombro respetuoso nos traen la paz.
No pasó ningún año en que Carlos María no tomara su bicicleta y su mochila. Las tierras circunspectas del Norte de Alemania, la encantadora región del Saar, la amigable Bélgica, la melancólica y silenciosa Selva Negra... Visitando siempre los Santuarios que a lo largo de esos parajes se dedicaban a la Virgen María. Exclama en su diario: ¡Patria mía, qué sería de ti sin los lugares de gracia de la Madre de Dios!
Entre estas experiencias se desenvuelven los años de desarrollo. No nos sorprende que Carlos María tuviera que luchar duramente por el brillo de la pureza y de la alegría. Su temperamento apasionado y una fogosa vitalidad, aparejados de una extraordinaria sensibilidad, le hicieron difícil la victoria. Pero los muchachos que él dirigía debían ver en él el modelo de una respetuosa y disciplinada pureza.
El otoño de 1932 trajo una prueba de renunciamiento para su espíritu. Su diario nos ha dejado unas pocas frases. Se trata de la primera inclinación, llena de ilusiones por una muchacha. Carlos María percibe, con toda su naciente capacidad para amar, el estremecimiento de las profundidades del corazón y del inquietante poder del amor humano:
Era la época del primer amor. Debía ser un día de noviembre o diciembre de 1932, cuando después de un largo silencio, irrumpió un gran amor hacia ella. ¡El séptimo curso! Diecisiete años y ya enamorado. Fue una lucha impetuosa y ardiente por la caballerosidad, la pureza y la autodisciplina. Quién puede contar las horas íntimas, dulces y secretas, en que hablaban los corazones. Fue un gran dilema cuando mi padre me preguntó si no prefería salirme del colegio antes del bachillerato y hacerme empleado. Sin embargo, dije que no. El alma ardía... Más no puedo escribir: debe permanecer como un hondo secreto del corazón.
Probablemente encontremos en estas líneas las razones por las cuales, de repente, había perdido el interés por sus jóvenes y por el sacerdocio. ¿Acaso el lema de su vida, Cristo es mi pasión, que eligió en sus primeros ejercicios espirituales, se estaba diluyendo?