Hay que luchar por defender la fe. En otras épocas históricas este afán por defender lo que creemos llevó a la sociedad cristiana a combatir con las armas. Afortunadamente esos métodos, no evangélicos, desaparecieron hace tiempo. Los Papas más recientes han pedido perdón por los excesos cometidos en otras épocas muy distintas a la nuestra.
Pero, como nos recuerda un internauta llamado Alejo Fernández, hoy a la fe, especialmente a la católica, se la ataca sin tapujos y hasta se presume de ello. Defender a la Iglesia no vende. Incluso periodistas católicos, acojonados (perdón por la palabra), prefieren seguir la corriente. Es un fenómeno cíclico que se da en todas las épocas. Nunca ha tenido la Iglesia una larga etapa duradera de paz. Tal vez sea esta la Voluntad de Dios para que no nos durmamos en el dulce sueño de los justos.
Las divisiones, los enfrentamientos entre personas, familias, grupos, etc., son causas de muchísimas desgracias. Y nunca, en nombre de Dios, o de mis creencias, puedo organizar una guerra contra nadie. Ni puedo volverle la espalda al que no piense como yo. Esto se llamaría intransigencia, totalitarismo, fanatismo. Esto no es cristiano. Esto no es de Dios, por mucho que le podamos invocar con gestos clamorosos y palabras bonitas.