Estamos ante un tema en el que muchos encuentran dificultad de aceptar, ya sea por ignorancia o por conveniencia. Reiteradas veces he escuchado objeciones al Sacramento de la Penitencia o Confesión, aludiendo argumentos de los más diversos, sin embargo, a continuación expondré los argumentos a nivel bíblico y a nivel histórico, de porqué esto de “yo me confieso directamente con Dios”, es una actitud que se va en contra de lo que el mismo Cristo nos ha enseñado, y lo haré valiéndome de las distintas objeciones


La facultad que tiene la Iglesia para conceder en nombre de Dios el perdón de los pecados, proviene del mismo Cristo, quien confirió esta facultad a los apóstoles: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.” Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”[1] Y luego en otra ocasión aclara a los apóstoles: “”Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”[2]

No comprendo cuál sería la complicación de entender la autoridad que explícitamente Cristo ha dejado a los apóstoles, de los que, los obispos católicos serían sus sucesores legítimos por la imposición de manos.

Por otro lado, las objeciones protestantes muchas veces distorsionan el contexto bíblico y otras, ignoran dicho contexto, por ejemplo "no hallamos en las Santas Escrituras ni una sola línea en que ordene al cristianismo confesar sus pecados ante un hombre"[3]… a lo que éste enunciado protestante, parece no estar al tanto de que la gente acudía a los apóstoles para confesar sus culpas: "Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar sus prácticas.”[4]

ESTO DE LA CONFESIÓN LO INVENTÓ LA IGLESIA EN EL AÑO “….”

Históricamente la práctica de la confesión nos viene desde tiempos apostólicos, y así lo podemos ver en el documento de la Didajé, que es uno de los textos de los apóstoles más antiguo, incluso mucho más antiguo que varios de los escritos del Nuevo Testamento:

"En la reunión de los fieles confesarás tus pecados y no te acercarás a la oración con conciencia mala."[5]

Para variar, tenemos el testimonio de Orígenes (185-254 d.C),  padre de la Iglesia, teólogo y comentarista bíblico. Vivió en Alejandría hasta el 231, pasó los últimos veinte años de su vida en Cesárea del Mar, Palestina y viajando por el Imperio Romano. Fue el mayor maestro de la doctrina cristiana en su época y ejerció una extraordinaria influencia como intérprete de la Biblia. Él nos dice: 

Además de esas tres hay también una séptima [razón] aunque dura y laboriosa: la remisión de pecados por medio de la penitencia, cuando el pecador lava su almohada con lágrimas, cuando sus lágrimas son su sustento día y noche, cuando no se retiene de declarar su pecado al sacerdote del Señor ni de buscar la medicina, a la manera del que dice “Ante el Señor me acusaré a mi mismo de mis iniquidades, y tú perdonarás la deslealtad de mi corazón.”[6]

Verdaderamente una de las cosas que me desconciertan, es que incluso presentando argumento tras argumento, muchos quedarán con la misma actitud, pero luego de presentar los argumentos ya no será por ignorancia sino por conveniencia, pues detrás de la afirmación emocional de: “Dios me escucha en lo secreto y por eso arrepentido le confieso mis pecados y Él me perdona”, está en realidad un:

 Y a ésta objeción citaré al santo Cura de Ars, que decía que: “El demonio te quita la vergüenza para pecar, y luego te la devuelve para confesarte”. Y es que, justamente es aquí cuando te das cuenta lo conveniente que es para muchos “confesarse” directamente con Dios, pues allí no tienen vergüenza alguna… ¿dónde está el verdadero arrepentimiento y motivo de enmienda? Si te da vergüenza pues ¡en buena hora! Quiere decir que aún tienes consciencia de que lo que has hecho no está bien.

 

Finalmente, hay que entender que cuando uno se deja llevar por lo que le conviene, o por opiniones personales que comienzan con “yo creo”, “yo siento” y “yo pienso”, no estamos pisando en una base firme y fundamentada, sino en algo meramente subjetivo, y es esto lo que nos ha traído la Reforma Protestante, pues a partir de allí se han filtrado miles de criterios errados, antievangélicos y distorsionados, tanto de las Escrituras como de la historia… cuestiones que se curan sencillamente combatiendo la ignorancia, repitiendo menos lo que uno escucha, para luego agarrar un buen libro y leer e informarse.

 

Twitter: @stevenneira


[1] Juan 20, 21-23

[2] Mateo 18, 18

[3] Manual Práctico para la Obra del Evangelismo Personal, pub. Iglesia de Dios

[4] Hechos 19, 18

[5] Didajé, Escrito de los Padres Apostólicos IV, 14

[6] La fe de los primeros Padres, Orígenes, Homilía sobre los salmos 2, 4