El Niño que salva
Gracias a esta fe la Navidad llega más allá del ternurismo, necesario pero insuficiente, y mueve a cambiar profundamente ejercitando virtudes muy concretas. Por ejemplo, la humildad para andar en la verdad, como decía Santa Teresa; y también afinando la propia conciencia que se mira en Jesús Niño, joven, o en la madurez, para no autoengañarse; por eso es tan útil el sacramento de la Penitencia practicado en este tiempo de Navidad, sobre todo cuando uno lleva meses o años sin vivirlo.
Cielo y tierra unidos
Asomados al portal de Belén, “la casa del pan” de Vida, los hombres podemos comprender que todas las cosas son buenas, y se puede hablar de un materialismo cristiano. La fe cristiana no desprecia las realidades nobles de la tierra porque ve en la naturaleza y en la historia la Providencia de Dios, en la materia y en el espíritu, en lo bueno y también en lo malo. El cristiano no es un ser especial que nada tenga que ver con los demás hombres, sino que trabaja con ellos para acercarles a Dios colaborando con los dones que recibe en los sacramentos.
Con esta fe audaz lo ha expresado san Josemaría Escrivá: «El auténtico sentido cristiano —que profesa la resurrección de toda carne— se enfrentó siempre, como es lógico, con la “desencarnación”, sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de un “materialismo cristiano”, que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu. ¿Qué son los sacramentos —huellas de del Verbo, como afirmaron los antiguos— sino la más clara manifestación de este camino, que Dios ha elegido para santificarnos y llevarnos al Cielo? ¿No veis que cada sacramento es el amor de Dios, con toda su fuerza creadora y redentora, que se nos da sirviéndose de medios materiales?» (Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 115).
Queremos decir que la presencia de Jesús en Belén da un valor nuevo a todo lo humano. Al entrar en la tierra ha tomado sobre sí las realidades humanas nobles, dándolas plenitud de significado. El cristiano reconoce entonces el sentido divino del quehacer humano y, con el auxilio de la gracia, puede realizar obras con valor de eternidad contribuyendo a instaurar el Reino de Dios en el mundo. Entonces el “Feliz Navidad y deseo de todo lo bueno para el próximo Año 2015” tiene sustancia humana y cristiana.