Después de ver anteayer las circunstancias en las que empezaba a celebrarse en Roma el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre (
pinche aquí si le interesa el tema), nos centramos hoy en un tema adyacente, como es el de la difusión de la festividad por el resto de las iglesias cristianas, en una época en la que, bien por el contrario de lo que hoy permiten los avanzadísimos y variadísimos medios de comunicación, las cosas no se trasmitían a la misma velocidad ni parecida y en consecuencia, tardaban mucho en llegar de unos lugares a otros.
Pues bien, en Constantinopla, segunda iglesia en importancia, es San Gregorio Nacianceno el que hacia el año 379 parece introducir la festividad, cosa que hace mediante tres homilías. Juan de Nikiû, obispo egipcio de finales del s. VII, aún retarda en unos años el inicio de la tradición en la capital bizantina, emplazándola en un supuesto acuerdo formalizado en el año 395 cuando el emperador romano de occidente Honorio visita a su hermano Arcadio, Emperador de Oriente, en la gran capital constantinopolitana.
En Antioquía, un sermón de San Juan Crisóstomo pronunciado en el año 386 o 388 intenta convencer a la comunidad de celebrar la navidad el 25 de diciembre, como, según informa, lo hacía ya, desde unos diez años antes, una parte de la misma, y aporta el importante argumento de que en occidente ya se hace.
En Egipto, Pablo de Emesa afirma que desde luego en el año 433 (y probablemente antes) la Navidad ya se celebraba el 29 de Choiak, equivalente al 25 de diciembre.
En Jerusalén, el testimonio de Eteria de Burdeos demuestra que en el año 385 en Jerusalén se celebraba la Navidad el 6 de enero, una fecha que como se sabe, suscita tanta unanimidad en el seno del cristianismo que aún hoy hay iglesias cristinas que celebran la navidad en ella (
pinche aquí para conocer más sobre el tema). Y las que no lo hacen, emplazan en ella la epifanía y la visita de los Reyes Magos.
Como quiera que sea, la implantación definitiva de la festividad del 25 de diciembre en todas las iglesias cristianas, no menos en las occidentales más cercanas a Roma, será lenta y no debió consolidarse sino en el s. V, como demuestra que el Concilio de Zaragoza del año 380 aún la desconozca y que también lo haga San Agustín (354-430) que no la cita en la lista de festividades que realiza en una de sus epístolas.
Y bien amigos, una vez más y como siempre, pero particularmente en fechas tan señaladas como las que celebramos estos días, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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