Siendo como es hoy día una de las fiestas más universales del calendario, celebrada no sólo por y entre los cristianos, sino incluso en países de raigambre y cultura no cristiana, la conmemoración de la Navidad de Jesús no consta, sin embargo, que se produzca en los primeros años de vida del cristianismo.
Se suele alegar como razón para ello el desprestigio en el que entre los cristianos había incurrido el
natalitium, la fiesta en las que las personas celebraban su nacimiento, por ser la del Emperador romano, el gran perseguidor de cristianos, el pagano por antonomasia, una de las grandes festividades del Imperio. De hecho, Orígenes en su Homilía VIII sobre el Levítico afirma que, en la Sagrada Escritura, sólo los pecadores, nunca los santos, celebran la fecha de su nacimiento. Y lo cierto es que los primeros calendarios de fiestas cristianas que debemos a San Ireneo y Tertuliano omiten la celebración del nacimiento de Jesús, ni en el 25 de diciembre ni en ninguna otra fecha.
Durante los cuatro primeros siglos de vida de la Iglesia, no sólo es que no se celebre el nacimiento de Jesús, es que el debate, más que sobre su celebración festiva, gira en torno a la fecha en la que se produjo el evento, lo que por otro lado, es coherente con la falta de información al respecto en les escrituras.
En su obra “Stromateis” (mosaico), Clemente de Alejandría (m.h. 216), hacia el año 200, recoge que en Egipto se afirma que el evento habría ocurrido el 25 de Pachon, equivalente al 20 de mayo, y que otros llegan a la fecha del 24 ó 25 de Pharmuthi, equivalente al 19 ó 20 de abril. El “De paschæ computus”, apócrifamente atribuído a Cipriano, sitúa el nacimiento de Cristo el 28 de marzo, una fecha, por otro lado, bastante verosímil (
pinche aquí para saber por qué hacemos esta afirmación).
Una fecha adquiere una cierta unanimidad, el 6 de enero, tanto que incluso hoy, algunas iglesias cristianas siguen celebrando en ella la Navidad (
pinche aquí para conocer más sobre el tema). San Efrén de Siria (306-373) o San Epifanio (h.310-403) hablan de comunidades cristianas que así lo hacen.
Las primeras menciones al nacimiento de Jesús un 25 de diciembre podrían ser las que se recogen en dos obras cristianas. La primera es el Comentario al Libro del profeta Daniel de San Hipólito, datable en el año 204, en el que se puede leer:
“La primera venida de Nuestro Señor en la carne [en la que fue engendrado], en Belén, sucedió [el 25 de diciembre, el cuarto día] durante el reinado de Augusto [el cuadragésimo segundo año, y] en el año 5500 [desde Adán]”.
En la misma línea de Hipólito se presenta la “Chronographiai” del también autor cristiano Sexto Julio Africano, quién sobre la misma base que aquél, vuelve a sostener que Jesús es concebido cinco mil quinientos años después de Adán, añadiendo que dado que el año judío empieza el 25 de marzo, Jesús habría sido concebido un 25 de marzo, lo que, aunque Africano no lo dice, implicaría su nacimiento el 25 de diciembre (o circa).
¿Quieren decir estos testimonios que los cristianos ya estaban celebrando para los años 204 o 221 la Navidad? Ni muchísimo menos. Las objeciones oponibles son muchas, y ninguna de ellas baladí.
Citaremos en primer lugar la que es común a ambas obras, y es que ninguna de ellas habla de la celebración de una festividad, sino sólo de la fecha del evento, lo que aunque a los ojos del espectador actual que ve íntimamente unida la efemérides a su celebración pueda parecer lo mismo, a los ojos del historiador no debe serlo en absoluto.
Por lo que se refiere estrictamente a la obra de Hipólito, debe señalarse que la autenticidad del testimonio se halla en entredicho, y de hecho, lo que en la trascripción de su texto hemos emplazado entre corchetes serían las posibles interpolaciones posteriores inexistentes en el texto original.
Por lo que se refiere estrictamente al testimonio de Sexto Julio Africano, el solo hecho de que se refiera a la concepción el 25 de marzo, y no al nacimiento el 25 de diciembre, excluye la celebración de una festividad en esta última fecha.
La primera prueba de una celebración propiamente dicha de la Navidad como fiesta el 25 de diciembre no la hallamos sino en la “Depositio Martyrum” del año 336, en la que la fecha en cuestión aparece descrita como “VIII kal. ian. natus Christus in Betleem Iudeæ”, un “VIII kal. ian.” que debe interpretarse como “octava antes de las calendas de enero”, lo que da el 25 de diciembre.
Muy poquito posterior y estrechamente relacionada con la Depositio, tenemos la carta que el Papa Julio I (337-352) dirige a San Cirilo de Jerusalén, en la que reclama que en Armenia se haga la celebración como en Roma, a saber, el 25 de diciembre, a lo que el interpelado, partidario de la celebración el 6 de enero, reclama que le sea asignada su verdadera fecha, realizando para ello una curiosa invocación a
“los documentos del censo traídos por Tito(1) a Roma”. Censo éste al que, por cierto, ya se habían referido autores tan tempranos como San Justino Mártir (m. 165) en sus “Apologías” (op. cit. 1, 34, 35) o Tertuliano (h.160-h.220) en su “Contra Marción” (op. cit. 4, 7, 19), pero que, por desgracia, y en el supuesto caso de que efectivamente hubiera existido y no se tratara de un apócrifo, no ha llegado a nuestros días.
El Calendario de Filocalio del año 354 recoge el 25 de diciembre como “Natalis Invicti” (nacimiento del invicto), en lo que se ha de interpretar como una nueva alusión a la celebración de la Navidad.
Y bien amigos, una vez más y como siempre, pero particularmente en una fecha tan señalada como la de hoy, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. ¡Y que sean muy felices en compañía de las personas de las que hayan decidido rodearse para festejarlo!
(1) El Tito citado no es otro que el general romano, luego emperador, que culmina en el año 70 la conquista y sometimiento de Jerusalén con la destrucción del Templo.
©L.A.
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