TEMA: PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO
FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO
DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS
INTRODUCCIÓN (En especial para los Catequistas)
El Hijo de Dios se ha hecho hombre en el seno de la Virgen. Pero ¿para qué? Para salvar a todos los hombres. Y el camino escogido para salvarnos, fue el de la cruz.
Lo que destaca es el amor infinito de Dios. ¿Qué padre entregaría a su hijo a la muerte por sus amigos? Ninguno. ¿Y por sus enemigos? Menos. Dios sí. Entregó a su Hijo Unigénito, Dios como Él, y lo entregó a la muerte por ti, por mí y por todos los hombres.
Es bonito creer en un Dios que ha dado su vida por ti y por todos.
No le quitaron la vida, porque es Señor de vivos y muertos. En una ocasión dijo: “Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre”. Se entregó por nosotros hasta la muerte y muerte de cruz. En su cruz vemos hasta qué punto somos queridos por Dios.
Destacar también la resurrección y la vida gloriosa. También nosotros resucitaremos y seremos glorificados. "Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él”
(Jesús nos juzgará en el último día)
Érase una vez un rey que sufrió un ataque de sus enemigos, de manera que quedó la ciudad rodeada por ellos y estaba a punto de rendirse.
El hijo del rey le dijo a su padre: mándame a mí para que libere a la ciudad sitiada por el enemigo. El padre accedió y mandó a su hijo para liberar la ciudad y a todos sus habitantes.
Él mismo se escogió a los soldados y allá se fue para combatir con los enemigos que estaban ya conquistando la ciudad. La batalla fue dura; lucharon hasta el agotamiento; por fin, lograron la victoria.
En la lucha, el hijo del rey cayó herido y estuvo a punto de morir.
Cuando se repuso de sus heridas, su padre, el rey, fue con su hijo a la ciudad conquistada al enemigo, se reunió toda la población y el rey sentó a su hijo a su derecha, y le dijo que premiase a los que habían combatido bien y habían sido valientes, y que juzgase a los que habían sido traidores y que habían facilitado la entrada en la ciudad a los enemigos. Le dio a su hijo todo el poder para gobernar la ciudad que había reconquistado.
El Padre glorificó a Jesús como hombre, vencedor del pecado y de la muerte y lo sentó a su derecha.
Pasión, muerte y resurrección de Jesús
Niño: En nuestra última conversación nos quedamos hablando de que, al final de tu vida, te quedaste muy solo. Venga, cuéntame. ¿Qué te pasó?
Jesús: Lo pasé muy mal. Aquello fue terrible. No te lo puedes imaginar. Uno de mis discípulos, Judas, me vendió por treinta monedas, el precio que pagaban por un esclavo; otro, Pedro, me negó, jurando y volviendo a jurar que no me conocía. Los demás huyeron todos cuando me apresaron. Quedé muy solo. Una vez preso, me juzgaron y me condenaron a muerte.
Niño: ¿Por qué te condenaron?
Jesús: Ya hacía tiempo que los escribas y fariseos, por envidia, habían determinado matarme. Con engaños, se habían ganado el favor del pueblo. El sumo sacerdote me preguntó si yo era el Hijo de Dios. Le dije que sí. Todos consideraron mi respuesta como una blasfemia, es decir, como un insulto a Dios porque dije que yo era el Hijo de Dios; y la blasfemia estaba castigada con la muerte.
Niño: ¿Y tu Padre no te defendió?
Jesús: Naturalmente, mi Padre ha estado siempre conmigo. Pero cuando llegó la hora de iniciar mi pasión, es decir, de salvaros, quiso el Padre cargar sobre mí todos los pecados del mundo. Yo acepté hacerme responsable ante mi Padre de todos vuestros pecados, para que pudieseis vivir como hijos amados, queridos y perdonados.
Niño: Una vez condenado, ¿qué pasó?
Jesús: Que me llevaron ante el gobernador romano Poncio Pilato.
Niño: ¿Por qué?
Jesús: Porque los judíos no podían ejecutar las sentencias de muerte sin el permiso del gobernador romano. Pilato no encontraba justa la condena, pero no se atrevió a dar la cara por mí. Y, como era costumbre que el Gobernador soltase un preso por Pascua, Pilato preguntó al pueblo a quién querían que soltase, a Barrabás que era un ladrón y asesino, o a mí; y pidieron que soltase a Barrabás; a mí me azotaron, me pusieron una corona de espinas, se burlaron mucho humillándome, y me crucificaron entre dos ladrones.
Niño: ¿Era necesario que llegases a la cruz para salvarnos? ¿No podías haberle pedido al Padre que nos perdonase a todos y en paz? ¿Por qué llegaste a la cruz?
Jesús: Llegué a dar mi vida por vosotros en la cruz para que vieseis cómo os ama el Padre y cómo os amo yo. También quise morir para que vieseis lo grave que es el pecado porque morí para quitar todos los pecados del mundo. Así, cuando me veas en una imagen clavado en la cruz, seguro que pensarás: ¡Cómo me ama mi Padre Dios, y cómo me ama mi amigo Jesús!
Niño: Jesús, de verdad que me emociono al pensar cómo me quieres; a mí y a todos los hombres. Pero quiero decirte que yo también te quiero. Te lo digo de verdad, Jesús. También te quiero. Y quiero quererte siempre.
Y después de muerto, te enterraron ¿no?
Jesús: Sí. Mi cuerpo estuvo tres días en el sepulcro, pero mi alma estaba ya con mi Padre. Con mi alma, descendí donde estaban las almas de los buenos que habían muerto desde el principio del mundo, y les anuncié la salvación. Fue muy hermoso ver la alegría de los justos que estaban esperando la redención para poder entrar en el cielo. Y al tercer día, el Padre me resucitó por medio del Espíritu.
José Gea