Respeto, y además comparto, su celo en preservar su intimidad familiar; respeto, porque lo comparto, su deseo de mantener lejos de la mirada pública no sólo la imagen de sus hijas menores de edad, sino aquello que de la misma imagen se pueda deducir, que no es poco; respeto, y además comparto, su derecho inalienable a educar a sus hijas de acuerdo con sus propias convicciones, las cuales suelen exteriorizarse en detalles que a primera vista pueden paracer triviales, y respeto, y además comparto, su exigencia a todos los medios de comunicación de que respeten ese su sagrado derecho.
Dicho ésto, ¿cómo se atreve usted a violar salvajemente ese mismo derecho que me asiste a mí y a todos los ciudadanos españoles? ¿Cómo se atreve a exponer a la mirada pública a mis hijos, no ya en lo relativo a una simple imagen, sino en lo más hondo que ellos tienen, su conciencia moral? ¿Cómo se atreve a someter a evaluación pública, a través de la observación de los funcionarios de la docencia, sus intimidades más hondas?
¿De dónde se arroga usted el derecho a invadir la privacidad de mis hijos, su intimidad y lo más íntimo de su conciencia? ¿Cómo es capaz de protestar por la difusión pública de la imagen de sus hijas mientras sibilinamente procede a través de una ley educativa infame a divulgar la conciencia de mis hijos? ¿Con que caradura explicará ahora a la sociedad española la invasión de la intimidad que suponen buena parte de sus leyes?
¿Cómo se atreve a pedir, incluso a exigir el respeto a su privacidad, a su intimidad, amparándose en la minoría de edad de sus hijas, cuando al mismo tiempo impulsa a las mías, también menores de edad, a disponer con toda libertad de su cuerpo, a recibir sin recetas medicamentos peligrosos, a acceder al aborto sin siquiera confiar su posible problema a sus padres? ¿Pero cómo es posible semejante carga de cinismo? ¿Qué clase de presidente es usted? ¿Qué clase de persona es usted?.
¿Cómo se atreve a imponer a la sociedad modelos de familia a gusto del consumidor? ¿Con que autoridad moral o intelectual lo hace? ¿Quién le ha otorgado potestad para poner en cuestión el modelo de familia que deseamos, queremos y amamos la inmensa mayoría de españoles? ¿Qué clase de omnipotencia detenta usted para alterar el orden de la naturaleza en las relaciones sociales y familiares? ¿Acaso no clama usted por el respeto a su propia familia? ¿Acaso no lo está haciendo, incluso utilizando a una pobre anciana convaleciente para que comparezca en su nombre ante los medios de comunicación?
Mi respuesta nunca será ni de ataque, ni de evaluación, ni de juicio sobre su propia familia. Invoca usted con toda la razón del mundo su derecho a la privacidad, a la intimidad, a educar a sus hijas según sus convicciones, cuyos resultados a la vista están de todo el mundo. Pero creo que entenderá fácilmente que defienda con uñas y dientes ese mismo derecho para mi propia familia, tal y como estamos haciendo ya millones de españoles, porque usted, y entiéndalo de una vez por todas, no puede violar ese derecho nuestro y suyo, porque está por encima de los resultados electorales y de las mayorías sociales, porque simplemente, ni usted ni nadie en el mundo tiene la potestad para hacerlo.