En lo personal, siempre que escucho sentencias al estilo “cada quien tiene su verdad, y hay que respetarla siempre y cuando no haga daño a nadie”, me imagino a san Pablo en nuestro tiempo, y créanme – en serio se los digo – el tipo hubiera pasado como intolerante, irrespetuoso y grosero… y no es que san Pablo haya sido todas estas cosas, es solo que nuestra sociedad, tan dada a los argumentos emocionales y a lo políticamente correcto, se hubiera “ofendido” porque san Pablo hubiese denunciado claramente los errores donde los viere, y sin temor hubiera lanzado unos cuantos “¡estás en el error!” por allí y unos “Jesucristo es el Único Dios verdadero” por allá. Pero en fin, estamos convencidos de que la dictadura del relativismo, ha generado una cultura de castración intelectual, en donde la gente piensa con la amígdala y responde con las vísceras. En fin, a lo que vinimos…
Recurriremos al diccionario de consuelo, Wikipedia: “El relativismo es una posición filosófica que sostiene en ciertos aspectos que no existen hechos o principios universales compartidos por todas las culturas humanas”[1]. En otras palabras, no existen verdades absolutas.
Valiéndose de esta definición a modo de bandera, se ha tirado al campo de lo opinable, una serie de cuestiones que, en última instancia, no son ni siquiera discutibles. Con esto llegamos a nuestra primera conclusión, no todo es opinable. Lo que se conoce de forma inequívoca no es opinable, sino cierto. Y no se debe tomar lo cierto como opinable, ni viceversa. ¡Seamos claros! todos tenemos derecho a opinar, pero eso no significa que no exista ya una realidad objetiva de aquello de lo que se opina... seré más claro:
Si Juanito sale de su casa un día soleado, y levanta la mirada hacia el cielo, podrá contemplar que el cielo que nos cobija a todos – sin excepción – se refiere a la zona gaseosa más densa de la atmosfera de un planeta, que en un día soleado generalmente se ve de color celeste. Si, siguiendo nuestro ejemplo, Anita sale de su casa al mismo tiempo que Juanito, y de repente dice que el cielo está hecho de algodón de azúcar y que es de color rosado, seguramente la premisa de: “cada quien tiene su verdad, la cual hay que respetar, siempre y cuando no haga daño a nadie” no podría ser aplicada, o al menos una persona sincera que tenga un poco de sentido común y amor a la lógica y la verdad, no aceptaría una premisa de estas, sino que sencillamente, llegamos a la conclusión de que está equivocada. No porque “pienso distinto”, sino porque la ciencia y las leyes meteorológicas nos hacen una aseveración irrefutable, que presenta evidencias de carácter absoluto.
Decía Sócrates, que las opiniones no deberían ser contadas sino pesadas, y ¡cuánta razón tenía!, pues de lo que más se carece hoy en día, es de sentido común al momento de emitir una opinión, especialmente en el ámbito público, donde – como diría mi madre – hablan porque tienen boca. En otras palabras NO, no da lo mismo una opinión que otra. Ciertamente hay opiniones que merecen ser consideradas, y otras que merecen ser ignoradas. No se trata aquí de una falta de respeto – o falta de tolerancia, como dirían algunos –. Más bien, la verdadera falta de respeto sería aceptar opiniones que abiertamente y en concordancia con la historia o la ciencia, no son verdad.
Frente a esta realidad, vale la pena citar a san Juan Pablo II, quien en la introducción de una de sus Cartas Encíclicas, al referirse al hombre, nos recuerda que: “siempre permanece en lo más profundo de su corazón la nostalgia de la verdad absoluta y la sed de alcanzar la plenitud de su conocimiento.”[2]Esta nostalgia y sed de verdad es la que debemos analizar con inteligencia y razón, pues de qué le sirve al hombre ser un escéptico[3]si con ello no responderá jamás a las preguntas fundamentales de la vida.
A mí en lo personal me perturba cuando una persona opina sobre un tema que desconoce. Es como si yo me consagrase a escribir artículos sobre medicina… tengan por seguro que ocasionaría varias muertes, empezando por la mía, que de seguro ya me hubiesen linchado por andar recomendando curas que son peores que la enfermedad. Sin embargo, esto es lo que sucede en la prensa secular, en donde para el segmento de deportes ponen a opinar a un experto en la materia, para cuestiones de clima, pues evidentemente a un meteorólogo, pero cuando se trata de un tema religioso… no señores, no escogen a un “versado en la materia”, no se si no alcanza el presupuesto o sencillamente es de pura diversión que colocan a gente que en su vida a abierto el Catecismo de la Iglesia Católica… pero ¡ahí están!, comentando lo que ellos “creen y les parece” que el Papa quiso decir sobre tal doctrina de la Iglesia de la que apenas conocen cómo se llama. Y evidentemente, si esto ocurre en el ámbito público, ya se imaginarán cómo es en el campo de las redes sociales. Allí, con tres videos de YouTube y un documental de History Channel, ya tenemos expertos en antropología, versados en teología e historia de las religiones. Hay gente que hasta ha querido corregir al Papa porque después de un documental de esos al estilo Dan Brown, “han encontrado la fórmula” para guiar a la Iglesia mejor de lo que lo está haciendo ahora *me río mientras escribo*…
El relativista implícitamente niega lo mismo que explícitamente afirma. Toda verdad absoluta le sabe a fanatismo o fundamentalismo. Es decir, proclaman a viva voz que “cada quien tiene su verdad...”, pero si lo analizamos, de una u otra forma pretenden implantar una ideología que por donde sea que se vea pretende ser absoluta, entrando así en una incoherencia de lógica, pues afirma que no pueden haber verdades absolutas, pero el mismo hecho de proclamar que NO LAS HAY, ya nos habla de una postura, una opción definida, en otras palabras lo que se pretende poco a poco es, instaurar una dictadura del relativismo, en donde no se acepten verdades universales ni mucho menos principios claros.
Estas personas siempre figuran – sobre todo en los grupos de conversación – como los defensores de los derechos de todo el mundo. Son aquellos que están a favor de las industrias y a su vez a favor de los ambientalistas, a favor de los ateos y a favor de los creyentes. Si se les consulta si profesan algún credo, su respuesta es completamente confusa y algunas veces hasta preocupante, sin embargo la más común suele ser: “si pero – para dejar en claro de principio que simpatizan con el mundo entero – yo creo que cada quien tiene su verdad”.
Es interesante porque buscan ser tenidos por “tolerantes” y a su vez huyen de ser “tolerados”. En consecuencia no tienen principios definidos. Hablamos entonces de personas abiertas a vender su moral y abrirse a “nuevas tendencias” que en última instancia lo que buscan es sepultar por completo los valores y las leyes naturales del ser humano, para sustituirlos por pseudovalores guiados por mentalidades que buscan el poder.
«El peligro del relativismo es que constituye el caldo de cultivo idóneo para el desarrollo de los totalitarismos»[4]
La aseveración de este catedrático español describe de manera bastante clara la realidad actual de algunos países de Latinoamérica – incluyendo el mío – que después de haber abandonado los principios claros y las verdades universales, pasaron a ser presa de un socialismo decadente que plantea “contentar a todos”. Ciertamente, la filosofía relativista se impregna en todos los ámbitos de la vida del ser humano a saber:
- Ámbito intelectual: Se viven niveles de mediocridad alarmantes. Increíblemente, en la era de las tecnologías, en donde tenemos una cantidad apoteósica de información a la mano, la gente no lee a profundidad, sino que se conforma con los titulares, los autores anónimos, lo que escuchan en las conversaciones, etc. Y en base a esto van formando su criterio, para luego hacerse “sabedores de todo” y a la vez de nada.
- Ámbito religioso: La gente – tal como lo advirtió san Pablo – se entrega a doctrinas llamativas y extrañas[5]. Se adhieren a sectas o denominaciones de las que ni siquiera se toman la molestia de investigar sus orígenes, fundadores, doctrina, etc… son éstas mismas personas las que luego de ser cuestionadas ondean la bandera de “todas las religiones llevan a Dios”. ¿A qué Dios? ¡No sabemos!
- Ámbito social: Se generan diálogos absurdos que son nada más que una pérdida de tiempo. En un verdadero diálogo, la riqueza es la búsqueda de la verdad, pero si de principio todos estamos de acuerdo con todo, ¿de qué estamos hablando y para qué?
Refiere el filósofo Jaques Maritain que quien dice, como Pilatos, “¿qué es la verdad?” no es una persona tolerante sino un traidor de la raza humana[6]. Hay verdadera tolerancia cuando una persona está convencida de la verdad pero, reconoce el derecho que otros tienen de negarla, sin que ello haga menos cierto lo que ya se conoce. Quien entiende que por naturaleza tendemos hacia la verdad, entiende además el deber de anunciarla. No por nada la Iglesia reconoce como Obras de Misericordia, enseñar al que no sabe y corregir al que se equivoca.
Twitter: @stevenneira
[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Relativismo
[2] Carta Enciclica Veritatis Splendor de san Juan Pablo II, pag. 5
[3] Llamamos escéptico al que niega toda posibilidad de ir más allá de la opinión. Por tanto, el escepticismo es la postura que niega la capacidad humana para alcanzar la verdad.
[4] Teófilo González Vila, catedrático de Filosofía. 2007.XI.23 Alfa y Omega-Esp.
[5] Hebreos 13, 9
[6] Jaques Maritain, La signification de l’athéisme