Un perspicaz analista de la situación internacional se quedaría perplejo ante el reciente viaje del Papa a Africa. Ha visitado tres países: Kenia, Uganda y Republica Centro-africana. Ninguno de ellos cuenta con relevancia internacional, ninguno cuenta para los planes de los poderosos: no tienen grandes recursos naturales, ni excesivo petroleo, ni una gran población... Tampoco deberían ser objetivos prioritarios de una Iglesia católica que trata de recuperar su presencia social en Occidente, de seguir avanzando en Oriente y de reducir el envite de las sectas en América. Visto desde fuera, no es un viaje muy razonable, pero la cuestión de fondo es que la Iglesia no se mueve por ninguna de las motivaciones que se mueven las grandes potencias: no busca los recursos, ni las grandes masas, ni la influencia política o económica. La Iglesia sólo pretende, nada más y nada menos, que vivir como Jesús vivió, continuar su labor de anunciar la "buena nueva " (el Evangelio), a todas las personas, a cada una a cada uno, independientemente de su condición social o económica, de su situación geográfica, de su influencia. Dijo un escritor francés que Dios sólo sabe contar hasta uno; para Dios cada uno es importante, cada uno merece toda la sangre de Cristo, todo el tesoro de la Redención. El viaje del Papa Francisco no puede ser más ilustrador de esta actitud: va a visitar a quien necesita su calor humano y sobrenatural, a quien requiere consuelo, cariño, coraje, oracion. Unos pueblos duramente castigados por la violencia, por enfrentamientos crueles, casi siempre producto de intereses foráneos.
Mejor que nadie expresa la alegría de quien recibe al Papa sin tener nada que ofrecerle, salvo su cariño filial, el obispo español de una de las regiones que visitó Francisco, Bangassou, Juan José Aguirre. Con palabras emocionadas de gratitud, nos indicaba el enorme valor de quien recibe la visita de un padre, de un padre para quien cada hijo es valioso, independiente de los juicios humanos que sobre él o ella se hagan. Recomiendo su carta, llena de pasión por la vida y de esperanza pese al dolor que viven cotidianamente: "Gracias porque nos has dado valor y esperanza, porque no te callaste, porque miraste a la cara a los pobres, porque abriste la Puerta Santa de la Misericordia enseñándonos un carril prioritario, diferente del resto de la Iglesia, para ir más rápido hacia Sus Manos, experimentar su amor, y nos pediste que lo repartiéramos después, en forma de gestos de reconciliación. Nos enseñaste un camino, nos mostraste cómo salir de hoyo, del laberinto en el que estamos... Cuando, después de la foto ritual en la Nunciatura, te cogiste a mi brazo para subir los escalones, sentí tu fuerza, no tanto física, sino sobre todo humana y espiritual. Bromeamos contigo en la comida con los Obispos cuando te enseñamos dos palabras en sango: ndoyé y siriri. Las repetiste a los jóvenes de la vigilia de oración 3 horas después: " Empapad vuestra vida de amor y paz"
Mejor que nadie expresa la alegría de quien recibe al Papa sin tener nada que ofrecerle, salvo su cariño filial, el obispo español de una de las regiones que visitó Francisco, Bangassou, Juan José Aguirre. Con palabras emocionadas de gratitud, nos indicaba el enorme valor de quien recibe la visita de un padre, de un padre para quien cada hijo es valioso, independiente de los juicios humanos que sobre él o ella se hagan. Recomiendo su carta, llena de pasión por la vida y de esperanza pese al dolor que viven cotidianamente: "Gracias porque nos has dado valor y esperanza, porque no te callaste, porque miraste a la cara a los pobres, porque abriste la Puerta Santa de la Misericordia enseñándonos un carril prioritario, diferente del resto de la Iglesia, para ir más rápido hacia Sus Manos, experimentar su amor, y nos pediste que lo repartiéramos después, en forma de gestos de reconciliación. Nos enseñaste un camino, nos mostraste cómo salir de hoyo, del laberinto en el que estamos... Cuando, después de la foto ritual en la Nunciatura, te cogiste a mi brazo para subir los escalones, sentí tu fuerza, no tanto física, sino sobre todo humana y espiritual. Bromeamos contigo en la comida con los Obispos cuando te enseñamos dos palabras en sango: ndoyé y siriri. Las repetiste a los jóvenes de la vigilia de oración 3 horas después: " Empapad vuestra vida de amor y paz"