CONVERTÍOS A JESÚS
Si habéis sido educados en alguna institución o colegio cristiano, seguro que, desde pequeños, habéis oído hablar muchas veces de la conversión. Incluso, alguna vez, habréis hecho el intento de ser mejores, de cambiar de vida. El problema que hemos tenido en este tema es que siempre lo hemos intentado desde nosotros mismos, desde el esfuerzo de nuestra voluntad, mediante sacrificios, propósitos y obligaciones. El resultado de tanto esfuerzo, por lo general, ha sido nulo y apenas nos quedan ganas de reintentarlo.
Aquí no se os va a imponer que redobléis el esfuerzo. Se os va a insinuar un cambio de perspectiva. Nuestras conversiones siempre han sido a las obras, a ser mejores, a comportarnos un poquito mejor. Lo que llamamos ahora nueva evangelización, para muchos, no va más allá de esto. Sin embargo, no se trata de ser mejores; la conversión es a Jesucristo, no a las buenas obras. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que la conversión cristiana es obra de la gracia, la va a realizar el Espíritu de Jesucristo; él es el que renueva las cosas, él es el santificador. No se trata, por tanto, de hacer más cosas y mejor hechas sino de dejarse hacer. La trasformación del ser humano se parece más a una sanación que a otra cosa. Por eso, el Espíritu Santo nos convence primero de pecado, es decir, nos ilumina sobre las enfermedades y tumores que padecemos y después, si nos dejamos, los opera. Hay, pues, que dejarse hacer.
La conversión es, pues, algo más que un intento humano. La diferencia es cualitativa. Dios no es una conquista, sino un don, una gracia, una herencia. Me diréis: “Entonces, ¿qué pasa? ¿No es importante ser buenos?” Sí, por supuesto. El Espíritu Santo nos va a capacitar para las obras buenas. Las obras buenas, delante de Dios, no son las que brotan de mi carne y de mi sangre, de mis deseos y aspiraciones, sino, como dice San Pablo, “aquellas que Dios desde siempre ha pensado que practicásemos”, y que nos irá sugiriendo a lo largo de nuestra vida. Para saber bien lo que debemos de hacer en este mundo es imprescindible aprender a escuchar al Espíritu Santo. En la Iglesia se han predicado tanto las buenas obras, que hemos conseguido que multitud de personas sean buenas y honradas y luchen por la justicia, pero sin Jesucristo.
Día 1.- Hechos 2, 37-41
Dice la gente: “¿qué hemos de hacer, hermanos? ”Pedro responde: “convertíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo”. Convertirse, significa sumergirse, entrar en la onda de Jesucristo que es el Señor, dejarse hacer por él. Dios le ha dado toda la sabiduría, el conocimiento y el amor para saber lo que debe de hacer contigo. Entrégate a él y te verás colmado.
Día 2.- Hechos 3, 1-26
Pedro cura al paralítico con el poder de Jesús. Después dice a los judíos y a todos nosotros: “Habéis matado a Jesucristo, pero lo habéis hecho por ignorancia”...”Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados” y entréis en la paz del Señor. Los que se convertían y adherían al grupo de Jesús se llenaban de un inmenso gozo.
Día 3.- Mateo 9, 1-8
Ánimo, el Señor no sólo te ha perdonado sino que pronto cogerás tu camilla y echarás a andar. Para andar sin extraviarse son necesarios los otros, la comunidad. Ya puedes empezar a caminar en comunidad porque te han sido regalado unos hermanos, a los que no conocías, que te ayudarán a perseverar junto a Jesús y a orar y alabar a Dios.
Día 4.- Efesios 4, 1-16
Cuando vives en comunidad aparecen tus pecados: envidias, celos, rencores, disgustos. Tú crees que la culpa la tienen los otros, mas no es así. Los pecados los llevamos dentro, hemos nacido con ellos y esperan la ocasión de manifestarse que, generalmente, es al entrar en contacto con los demás. No te escandalices de tus pecados. Eres así. De lo que se trata es de que, poco a poco, vayas entendiendo, junto a los demás, tu camino hacia la libertad y la verdad en Jesucristo.
Día 5.- Hechos 4, 32-35
No te extrañe que te hable tanto de la comunidad. La conversión es a Jesucristo que se hace presente en los otros. El que no va entrando en comunión con otros es como el que habla solo por la calle. Lucas nos da en este texto una visión idealizada de la comunidad. No podemos ser ingenuos ya que la convivencia no es nada fácil. Sin embargo, la conversión cristiana camina en esa dirección.
Día 6.- Efesios 4, 17-32
Pablo nos invita a que no vivamos ya como los paganos en el vacío y frivolidad de su corazón sino que aprendamos a despojarnos del hombre viejo, el del pecado y el egoísmo, que hay dentro de nosotros. Nos estimula a renovar nuestra mentalidad y a revestirnos del hombre nuevo creado según Dios. Por lo tanto, que cada uno hable sinceramente con su prójimo.
Día 7.- Génesis 32, 23-33
No es fácil la conversión. A cada uno le gusta vivir de lo suyo, a su manera. También el pecado da vida, aunque sea falsa. Dios necesita luchar mucho tiempo con nosotros para que le dejemos entrar. A veces, para conseguirlo, necesita herirnos en el nervio femoral y humillarnos. Las enfermedades y fracasos, en ocasiones, hay que verlas desde esa perspectiva.