Lerma, 3 de diciembre
Hola, buenos días, hoy Inés nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
LA GRAN ESCALADA
La otra noche, a las 2 de la mañana, hubo un ruido fuerte en mi celda que me despertó. Por más que buscaba el motivo, de momento no veía nada fuera de lugar que se hubiera caído... Seguí mirando...
Tengo una esquinera de cuatro pisos llena de angelitos y santos (están bien apretados) a la que llamo "el santuario”. Con gran sorpresa vi que faltaban dos angelitos en el piso más bajo, lo cual me sorprendió, porque no estaban tan a la orilla como para caerse...
Los busqué y volví a colocarlos en su sitio. Pensé que igual el Señor me había despertado porque alguien necesitaba oración... Entonces, antes de volver a la cama, oré por quienes lo necesitaran, y me volví a dormir.
Por la mañana, al levantarme, fui a la ventana para coger los aperos de la ducha y... ¡qué sorpresa! Una pera pequeñita, que había dejado para que madurase, estaba mordida por unos dientes finitos… Instintivamente, me volví a mirar al santuario y, efectivamente: allí estaban las huellas de unas patitas marcadas en el polvo.
Durante todo el día no estuve a penas en la celda. Por la noche, al volver de completas, encontré unas figuritas caídas y otras a punto de caer. Ya no había duda: era muy piadoso ese roedorcito, paseaba entre los santos y, como están muy juntos, al pasar entre ellos los tiraba sin querer.
Yo no podía parar de reírme ante ese espectáculo inaudito, ¡qué ratón tan piadoso! Claro, también le puse granitos de trigo con veneno… pero no volvió. Se ve que era una excursión aventurera.
Y como el Señor de todo toma motivo para enseñar algo, sentí que me decía: no tengas miedo a buscar la santidad, júntate con los santos, con los que buscan a Dios; mézclate entre ellos y no temas escalar a donde ellos están. Podrías pensar que eso no es para ti, que estorbas, que los desacomodas, pero no, a Dios le harás sonreír por tu intrepidez y tu bello deseo de vivir entre ellos.
Hoy el reto del amor es no tener miedo a volar alto, a trepar alto. Jesucristo está a tu lado, te sostiene, Él te hará llegar a la meta, en sus alas puedes volar. Agárrate a Cristo y empieza a caminar para poder llegar a donde te guía el corazón. Y, si a lo largo del día empujas a alguien o interrumpes su sueño, pídele disculpas, arregla lo que se haya estropeado... pero no te quedes caído: sigue adelante.
VIVE DE CRISTO
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