Es uno de los mantras al uso que todo aquél que quiera estar en la pomada tiene que repetir continuamente para ser alguien: “la pobreza produce terrorismo, la pobreza produce terrorismo...”. Lo hemos oído tantas veces, lo repiten los más altos mandatarios del planeta, alguno más inesperado que otro… Un argumento a escasos centímetros de la justificación… sólo que, por suerte o por desgracia, no es que no resista un riguroso análisis argumental, es que no resiste ni el más infantil de los análisis.
Los recientes atentados de París, por haber acontecido en una de las ciudades más glamourosas del mundo, y dentro de ella, en uno de sus mejores barrios, podrían producir el espejismo de que el terrorismo lo desarrollan los pobres contra los ricos. Para contradecirlo debería bastar con recordar que, entre las víctimas, las había de todas condiciones y de todas profesiones… por haber, ¡hasta musulmanes había!, y no pocos, por cierto.
Sin embargo, lo más significativo no es lo pobres que pudieran ser las víctimas, sino lo ricos que eran sus asesinos. ¿Se han parado Vds. a pensar que por muchas vueltas que le demos, los terroristas musulmanes franceses autores de la masacre militan entre los musulmanes más ricos del mundo, con un grado de bienestar, el acceso a unos medios sociales y una capacidad adquisitiva muy superior a la de sus correligionarios de Pakistán, Afganistán, o sin ir mucho más lejos, de la Argelia y el Marruecos de los que proceden la mayoría de los musulmanes franceses y probablemente ellos mismos? ¿De verdad les parece que es la pobreza la que les ha conducido a cometer la aberración que han cometido?
La dura realidad nos demuestra, además, que en el inmenso universo del terrorismo, -cuanto más en el terrorismo islamista-, atentados como los de París son absolutamente excepcionales, y en número de víctimas, con ser muchas, no representan ni el 10% de todas las que produce. La gran mayoría de las víctimas del terrorismo yihadista la constituyen paupérrimos cristianos, -y por cierto, también musulmanes no menos paupérrimos-, de Pakistán, de Siria, de Yemen, de Libia, de Kenia, de Nigeria, de Sudán, de Egipto, de Irak, asesinados por personas que son siempre, invariablemente, mucho más ricos que ellos. ¿Hace falta recordar, sólo a modo de ejemplo, que los veinte coptos asesinados en las playas de Libia eran trabajadores cristianos que habían emigrado al país buscando un miserable trabajo? ¿Hablamos de las dos mil víctimas de un misérrimo pueblecito nigeriano se producían sólo cuatro días antes del atentado de este mes de enero también en París? ¿Ahora va a resultar que los pobres organizan grupos terroristas para su autoexterminación?
En noviembre de 2014 la revista norteamericana Forbes hacía una estimación de las rentas anuales de los grupos terroristas del mundo. La encabezada ISIS, con 2.000 millones de dólares anuales. Le seguía Hamas, con 1.000 millones; las FARC, con 600 millones; Hezbollá, con 500; los talibanes afganos, con 400; Al Qaeda, con 150; el IRA, con 50… Boko Haram, con "sólo" 25 millones de dólares anuales, era la organización terrorista “más pobrecita” de todas.
El claro ejemplo de cómo no es la pobreza la que genera terroristas, sino el terrorismo el que genera pobres, lo constituye Túnez (pinche aquí para conocerlo un poquito mejor), un país cuyos honestos musulmanes, la gran mayoría del país, intentaban prosperar con el turismo y donde, con apenas dos atentados, los hiperminoritarios terroristas yihadistas ha arruinado la gran industria nacional, consiguiendo la cancelación del 90% de las reservas realizadas en él por las grandes agencias internacionales de turismo.
Siendo como somos un país que durante más de medio siglo, -se dice pronto, ¡más de medio siglo!-, ha sufrido el azote de terroristas que no eran precisamente pobres, los cuales decían hablar en nombre de la que era entonces la región más rica del país –y si ahora ha dejado de serlo es, en buena medida, por culpa del terrorismo-, en España sabemos algo de la nula relación existente entre pobreza y terrorismo.
Por otro lado, y contrariamente a lo que la Internacional del Buenismo debería pretender, sostener que los pobres adiestran terroristas no parece dejar en muy buen lugar a los pobres, y yo, por lo menos yo, me niego a aceptarlo.
No, definitivamente de nada vale hacer análisis esperpénticos que no sólo no conducen a la solución de las cosas, sino que nos alejan de la misma (por si no estuviéramos suficientemente lejos). Y ello, aunque hacerlos nos pueda ganar la siempre gratificante sonrisita de los dictadores de lo políticamente correcto, que tan diligentemente, dedican sus valiosísimos primeros minutos de cada mañana a indicarnos amablemente lo que tenemos que pensar y lo que tenemos que decir en cada momento del día para pasar por un progre más, sin que nadie se percate de que podemos llegar a tener criterio propio.
Amigos, son muchas las razones por las que hay que combatir la pobreza en el mundo. No hace falta que yo las enumere. Que la pobreza produzca terrorismo, que los pobres adiestren terroristas, no es, desde luego, una de ellas. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. ¡Ah! ¡Y recuérdenme que un día les explique por qué para ser un buen progre hay que sostener que el terrorismo lo produce la pobreza!
©L.A.
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