Actualmente, optar por la fe desde el principio, no es cosa fácil. Tan es así que, incluso en ambientes cercanos a la Iglesia, surgen preguntas a las que todo joven católico tiene que enfrentarse alguna vez, cuestiones que reflejan tanto la buena intención de las personas como un total desconocimiento. ¿Qué hacer entonces? Aprovecharlas para aclarar y, desde ahí, encauzar de buena manera las dudas:
1. ¿Tienes amigos y sales a divertirte? Pongamos las cosas en claro. El problema nunca ha sido la diversión en sí misma, sino la manera. Una cosa es ir al bar y otra, muy distinta, perder el control.
2. ¿Quieres ser sacerdote? Sin duda, se trata de una buena pregunta, pues es muy importante promover vocaciones sacerdotales, pero ¿en qué sentido lo dice el común de las personas? Normalmente, viene de la idea “va al grupo juvenil, seguro quiere ser padre (o cura) y hasta ahí”. Ósea que no les cuadra que alguien que quiera casarse se vaya de retiro o misiones.
3. ¿Has tenido novia o, en el caso de las mujeres, novio? Vivir con fe, participar en la Misa de los domingos y hacer algo concreto a nivel social por tratar de mejorar las cosas, no significa ser incapaces de llevar una relación afectiva. Es más, sería contrario al cristianismo, negar la complementariedad entre hombre y mujer. Por lo tanto, no hay problema.
4. ¿Te caen mal los ateos? Llevarla bien con los demás es parte de creer en Dios. Dialogar con los que piensan diferente, lejos de perjudicar, ayuda a fortalecer la propia identidad.
5. ¿No te aburre rezar? Depende qué entiendan por oración. Algunos piensan que es recitar, no hablar con nadie y vivir encerrados en la habitación, pero cuando se entiende como un momento que da sentido a todos los demás, la cosa cambia.
Parte de la fe, de asumirla en el día a día, supone lidiar con las preguntas de los que no la conocen y se sorprenden de que, en pleno siglo XXI, haya alguien que la viva. La sorpresa no es porque el cristianismo sea algo caduco, sino porque falta mayor profundidad en muchos sectores de la sociedad actual. Es importante aprovechar las dudas para evangelizar. Se trata de hacerlo con naturalidad y claridad.
1. ¿Tienes amigos y sales a divertirte? Pongamos las cosas en claro. El problema nunca ha sido la diversión en sí misma, sino la manera. Una cosa es ir al bar y otra, muy distinta, perder el control.
2. ¿Quieres ser sacerdote? Sin duda, se trata de una buena pregunta, pues es muy importante promover vocaciones sacerdotales, pero ¿en qué sentido lo dice el común de las personas? Normalmente, viene de la idea “va al grupo juvenil, seguro quiere ser padre (o cura) y hasta ahí”. Ósea que no les cuadra que alguien que quiera casarse se vaya de retiro o misiones.
3. ¿Has tenido novia o, en el caso de las mujeres, novio? Vivir con fe, participar en la Misa de los domingos y hacer algo concreto a nivel social por tratar de mejorar las cosas, no significa ser incapaces de llevar una relación afectiva. Es más, sería contrario al cristianismo, negar la complementariedad entre hombre y mujer. Por lo tanto, no hay problema.
4. ¿Te caen mal los ateos? Llevarla bien con los demás es parte de creer en Dios. Dialogar con los que piensan diferente, lejos de perjudicar, ayuda a fortalecer la propia identidad.
5. ¿No te aburre rezar? Depende qué entiendan por oración. Algunos piensan que es recitar, no hablar con nadie y vivir encerrados en la habitación, pero cuando se entiende como un momento que da sentido a todos los demás, la cosa cambia.
Parte de la fe, de asumirla en el día a día, supone lidiar con las preguntas de los que no la conocen y se sorprenden de que, en pleno siglo XXI, haya alguien que la viva. La sorpresa no es porque el cristianismo sea algo caduco, sino porque falta mayor profundidad en muchos sectores de la sociedad actual. Es importante aprovechar las dudas para evangelizar. Se trata de hacerlo con naturalidad y claridad.