EL PISOTÓN

La vida es, ni más ni menos, lo que somos y hacemos.
Si entregas a los demás lo mejor que en ti tienes,
con creces volverá a ti lo mejor.
-Magd. S. Bridges-

 

         El otro día, al salir de un establecimiento, un joven un tanto alocado me avasalló sin miramientos; mi reacción instintiva fue indignarme y llamarlo imbécil.

         Pasados los primeros momentos de indignación me acordé de lo que leí a Michel Quoist en su libro Oraciones para rezar por la calle:

Un hombre me ha pisado.Yo lo miro con rabia.
Él con resentimiento. 

Pero luego, he pensado que no fue para odiarnos para lo que tú, Señor, has hecho que él y yo nos cruzáramos.

Sus ojos han llamado a la puerta de mi alma. Le abriré sonriendo.
Y sonrío.
Y sonríe.
Y con este apretón de manos me nace un nuevo amigo.
Ah, cuánto te agradezco este encuentro, Señor!

          Nada es insensible al afecto, ni las cosas ni las personas. Y esta verdad viene a ser tan profunda que podemos afirmar sin exagerar que nadie es inútil en el mundo, mientras pueda aliviar un poco el peso de sus semejantes.

          El amor y sus infinitas manifestaciones son, sin duda, lo más estimable en esta vida, la cual queda plenamente justificada, independientemente de las circunstancias, cuando la empleamos para alegrar el corazón de nuestros compañeros, para amar y para hacernos amables.

          Y no soñemos con transformaciones deslumbrantes. Seamos prácticos; empecemos por las buenas maneras que son, para todos y para siempre, una fuente de placer y bienestar.

          Ser amable no cuesta nada y lo compra todo. Lo compra todo porque beneficia al que lo practica y, además, recrea, motiva e ilusiona el corazón de los demás.

          Lo asegura J.W. Ford: «Sé invenciblemente alegre y feliz. Si consigues amar a los que te rodean, serás mucho más feliz entre ellos. Si consigues amar la vida, serás mucho más feliz en ella. No hay goce posible sin este amor».

          Sonreír, dar las gracias, pedir perdón, ser amable: ¡Menudo pisotón!