Lerma, 23 de Noviembre
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
LIBRE
Debajo del hábito llevamos unas cuantas capas de prendas, pero hay una fundamental: la saya. Es como una especie de falda blanca, de lana en invierno y finita en verano, que es donde van a parar nuestros bolsillos. Que más que bolsillos...¡podríamos decir que son alforjas!
En el bolsillo de una monja puedes encontrar de todo: un Cristo, un rosario, pañuelos... y siempre encuentras cosas que te has guardado en algún momento del día, pero que se te olvidó sacarlas después.
Ayer, introduje mi mano en el bolsillo para sacar alguna de estas cosas cuando, de repente, noté un elemento extraño. ¿Qué era aquello? ¡Un chicle! No me lo podía creer... Me sentó tan mal, que hasta se me olvidó lo que andaba buscando. Ya sólo hacia que dar vueltas con la mano para ver en qué había quedado aquel estirado elemento.
Y lo cierto es que sí que había hecho estragos: un poco en el rosario, un poco en algún papel que tenía... y lo peor... pegado a la tela.
La verdad es que al principio pasé unos minutos razonando cómo había llegado ese chicle hasta ahí... hasta que, al final, opté por reírme de mí misma. 'Qué "desastrito" soy', pensé, pero con un cariño que no podía venir de mí misma.
Cuando me vi riéndome de mi pobreza, le pregunté al Señor: '¿Qué me ha llevado a sentirme libre para reírme de mí misma?' Sí, porque me surgía un deseo muy fuerte de poder reírme igual en muchas otras situaciones.
Y Él me fue regalando ver que, si me acerco a una hermana para que me ayude con el chicle, lo hará de mil amores y se reirá conmigo. Lejos de decirme que soy un desastre, sé con seguridad que me acogerá, estoy plenamente convencida de ello, porque ya me ha ocurrido muchas otras veces con otras cosas.
El Señor me mostró qué importante es acoger al otro cuando viene a ti. Porque, si cuando vas a alguien, te machaca por tu error, te quedas culpabilizado y seguramente no le vuelvas a compartir muchas más veces...
Cuando nosotros caemos, del Señor sólo experimentamos Amor, acogida, perdón y fuerza para continuar.
Él se ríe con nosotros cuando se trata de estas chapuzas; nos desculpabiliza cuando le miramos de nuevo a Él tras meter la pata con alguien; nos Ama siempre, nos ama pobres y nos levanta siempre con su Resurrección.
Pero después nos invita: "Anda, ve y haz tú lo mismo". Y es que, cuando acoges al que viene a ti a pedir tu ayuda o a compartirte pobremente lo que le ocurre, la persona se siente libre, se siente amada y sabrá que tiene a alguien delante que no le juzga, sino que le quiere.
Hoy el reto del Amor es acoger al que viene a ti. Cada día son miles las ocasiones para acoger a los demás: con esas sencillas disculpas por su mal humor mañanero, o cuando te vienen a contar sus problemas, o su dificultad para acertar con alguien. Hoy libera a las personas del miedo a su propia pobreza. Cristo es quien lo ha hecho y quien hará posible que hoy puedas hacerlo tú con los demás. El Amor es liberador.
VIVE DE CRISTO
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