De manera inexorable este fin de semana, el que más y el que menos, ninguno hemos podido evitar el recuerdo de aquel difÃcilmente olvidable 11 de marzo del año 2004, cuando era Madrid la que sufrÃa el zarpazo salvaje del terrorismo más fanático e injustificable, el mismo que este viernes ha vuelto a sufrir ParÃs.
Y es que 13-N parisino y 11-M madrileño tuvieron, tienen, muchas cosas en común: el mucho dolor que uno y otro produjeron, el sentimiento de impotencia, la frustración, la sangre, la congoja, la rabia, el llanto, la zozobra… ahora bien, ¿mucho más? Lamentablemente, no; por desgracia, poco más. Y aunque hoy los españoles hagamos un esfuerzo desesperado por olvidar unos hechos execrables de los que difÃcilmente podremos nunca sentirnos orgullosos, lo cierto es que desde el minuto 1 de la tragedia, lo ocurrido ahora en ParÃs y lo ocurrido entonces en Madrid, en poco o nada se pareció.
Puestos ante la tesitura de la suprema congoja, los franceses no han dudado en apelar a cuanto les une en detrimento de cuanto les separa. Su primera reacción, según hemos contemplado admirados -cuando no envidiosos- en televisión, ha sido la de entonar unidos unos acordes que no eran sino los del himno nacional… un himno nacional que en España, por desgracia, no sonó jamás aquel 11 de marzo, y cuya sola entonación era entonces -y sigue siendo ahora-, objeto de odio para algunos españoles, demasiados, que no sólo no lo consideran suyo (como difÃcilmente consideran suya una patria a la que ni siquiera llaman por su nombre), sino que hasta lo sienten provocador en boca de los demás. Y si tal vale decir de un himno… ¡qué decir de una bandera –anterior en varias décadas a la francesa- a la que en ningún momento se permitió enjugar las lágrimas que produjo entonces el inmenso dolor de los españoles!
En Francia hemos visto a todos los polÃticos, del signo que fuera, hacer cola, hacer literalmente cola, para enviar el pésame a todos los compatriotas en la persona de su presidente. Ni el menor reproche, ni la menor insinuación, ni hacia él ni hacia ninguno de los responsables de la dirección del paÃs en horas tan difÃciles como las que ahora se viven. Habrá cosas que decir y se dirán: pero a su debido tiempo y sin intentar sacar tajada.
¿Se acuerdan Vds., en cambio, cómo discurrieron las horas siguientes al drama de Madrid? Sin ni siquiera respetar ni los primeros minutos del duelo, el único afán de un partido polÃtico, -y no me quedaré en el literario recurso de insinuar su identidad, sino que diré su nombre con todas las letras, el Partido Socialista Obrero Español- y con él, el de todos las organizaciones y medios afines, consistió en acorralar al que era entonces ministro de Interior para ver si en vez de hacer aquello que debe esperarse de un responsable de la seguridad nacional, a saber, localizar y detener a los responsables de tanto dolor, decÃa alguna idiotez o exhibÃa alguna debilidad que poder utilizar electoralmente, realizando, sin vergüenza ni pudor alguno, de una manera literalmente pornográfica, el cómputo de las horas que faltaban para unas elecciones que nunca debieron celebrarse, y el cálculo de los votos que habÃa que arañar para conseguir una victoria que, de aquella manera, nunca debió obtenerse. A las muchas que ya habÃa escrito con anterioridad -debajo les recuerdo algunas- añadÃa el PSOE en su historial una nueva página de felonÃa, de oprobio y de vergüenza.
SÃ, como tantos de Vds., yo también me he acordado del 11-M. Y lo digo con toda la pena que puede sentir quien, como yo, fue educado en el amor a la patria y persevera en él:
hoy, al ver el comportamiento de los franceses y recordar el de los españoles… no puedo sino sentir envidia, y con ella, la pesada carga de la mucha vergüenza que me embarga cada vez que recuerdo aquellos dÃas dolorosos de nuestra historia patria. PodrÃa hacer como tantos españoles y fingir que aquello no pasó, o que, después de todo, no fue tan bochornoso. Bien al contrario, lo único que he sentido es un irrefrenable deseo de ponerlo negro sobre blanco y de compartir con Vds. mi desazón.
Que hagan Vds. queridos amigos, mucho bien y que no reciban menos. Y dedÃquenle Vds. una oración a nuestros queridos vecinos franceses, que lo están pasando muy mal… Aunque de otra manera, también nosotros lo pasamos en su dÃa.
©L.A.
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