Quisiera dedicar esta entrada a una amiga mía que dentro de unos días hará su profesión solemne. El día que me lo dijo me emocioné y sentí una gran felicidad por ella, tanta que se me saltaron las lágrimas. ¿Hay mayor felicidad que decir "Sí, quiero" al Señor?
Es esto nuestro Dios.
No una amenaza,
no un límite,
no una prohibición,
no una venganza,
sino el Amor arrodillado
que espera eternamente
el consentimiento de nuestro amor
sin el cual el Reino de Dios
no puede ni constituirse ni establecerse…
Todo lo contrario de lo que imaginamos.
Maurice ZUNDEL
¡Estremecedores y bellísimas palabras! "Dios es el Amor arrodillado que espera eternamente el consentimiento de nuestro amor". Y preciosa imagen también… pues, ¿quién de nosotros se habría imaginado nunca que el amor de Dios hacia nosotros sea tan grande que Él espere arrodillado a que le demos nuestro "sí"? Nuestro "sí, quiero", como el que pronuncian los esposos en el momento del matrimonio, el sacerdote en el momento de la consagración, la religiosa en el momento de la profesión solemne.
Nuestra historia personal con Dios es una historia de amor de dos, una relación en la que Uno de los dos es fiel siempre, perennemente de rodillas esperando que aceptemos estar con Él, seguir con Él, serle fiel.
Y es una historia de libertad absoluta, porque jamás nos obliga a amarle, no pone límites a nuestra traición, no prohíbe que actuemos como lo hacemos –a pesar de que eso le puede causar un sufrimiento– y jamás se venga por haberle dado la espalda. Es el Amor Perfecto, pero a la par Humilde, que espera con paciencia a que volvamos a Él, como el hijo pródigo volvió al Padre.
Realmente, "todo lo contrario de lo que imaginamos".
Helena Faccia
elrostrodelresucitado@gmail.com