Tema: LA BIBLIA

Nos quedamos en el artículo anterior en el diálogo entre Jesús y el niño en que hablaban sobre la fe. En este segundo tema se continúa el diálogo hablando sobre la Biblia. Veremos en qué acaba.

Niño: Jesús ¿Te hago una pregunta?

Jesús: Adelante, una y las que quieras; te las voy a contestar todas. Pero yo también te haré algunas, y a ver si me las contestas. ¿De acuerdo?

Niño: De acuerdo, pero no me las hagas muy difíciles, que si no, voy a quedar muy mal. Tú nos has enseñado muchísimas cosas, y yo quiero saber bien lo que nos has enseñado; a veces me armo un lío con eso de la Biblia, el Nuevo Testamento, el Antiguo, los Evangelios... ¿Me lo explicas?

Jesús: Claro que sí. Dios habló a los hombres desde muy antiguo. Habló a Adán y a Abraham y a Moisés y a los profetas para que fuesen diciendo a los hombres cómo era Dios y cómo quería que fuesen los hombres. Todo esto está escrito en los Libros Sagrados.

Los Libros Sagrados recogen todo lo que habló Dios hasta que yo vine al mundo, son los comprendidos en el Antiguo Testamento. Después Dios habló por medio de mí; y lo que yo dije, lo escribieron mis apóstoles y mis primeros discípulos; cuatro de ellos escribieron lo que se llaman los Evangelios. ¿Sabes quiénes eran?

Niño: Sí, porque yo voy a misa y en las misas se lee un trozo del Evangelio cada día. Son Mateo, Marcos, Juan y… Lucas.

Jesús: Muy bien. Otros apóstoles escribieron otros libros y, sobre todo, cartas. ¿Sabes quién escribió más cartas?

Niño: Pues, no estoy seguro; pero creo que San Pablo.

Jesús: Exacto. Pues bien; todo lo que escribieron mis primeros discípulos sobre mí y sobre mis enseñanzas, está contenido en los Libros Sagrados que forman el Nuevo Testamento. Y la colección de todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, juntos, se llama la Biblia. ¿Lo entiendes ahora?

Niño: Sí, perfectamente.

Jesús: ¿Te hago una pregunta a ver si me la contestas?

Niño: Prueba a ver.

Jesús: ¿Yo pertenezco al Antiguo o al Nuevo Testamento?

Niño: ¡Anda! Pues a ver ahora lo que te contesto. Me parece que estás en medio de los dos.

Jesús: Muy bien. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, están centrados en mí; El Antiguo, manteniendo la esperanza del pueblo en aquél que "había de venir", que soy yo; el Nuevo, presentando mi vida y mis enseñanzas.


Niño: A ver si me aclaras otra cosa, porque he oído que Dios es el autor de la Biblia. Cuando Dios habló a Abraham o a Moisés o a los profetas, era Dios quien hablaba; lo mismo cuando hablabas tú. Pero, al escribir los Evangelios o los otros libros sagrados, quienes escriben son los hombres, no Dios.

Jesús: Sí, pero el autor de los libros sagrados es Dios.

Niño: Jesús, no me líes. Si quienes escribieron fueron los hombres, ¿cómo me dices que el autor es Dios?

Jesús: Te lo explico. Cierto que los libros de la Biblia los escribieron los hombres. Pero estos autores humanos estaban inspirados por Dios, es decir, que Dios les iluminaba interiormente para que escribiesen lo que Dios quería, y les ayudaba para que no fallasen al escribirlo.

Por eso, el responsable de lo que escribieron es Dios; y así decimos que Dios es el principal autor de la Biblia. Si te fijas, al leer en la misa la Palabra se dice al final de la lectura: “Palabra de Dios”; y cuando lo que se lee es el Evangelio, lo que se dice es: “Palabra del Señor”, es decir, del Señor Jesús. Por tanto, en la Biblia no puede haber errores en cuanto a lo que Dios os quiso decir y os sigue queriendo decir también hoy.


Niño: Pero, oye, Jesús, dices que en la Biblia no puede haber errores, pero es que en la Biblia se dice cada cosa... sobre todo aquello de la creación y de la costilla de Adán y del arca del diluvio y... ahora sabemos que eso no fue exactamente así. Explícamelo.

Jesús: Te lo explico. Cuando lees un libro, si quieres interpretarlo bien, has de distinguir entre lo que el autor quiere decir, y la manera de decirlo.

Lo que Dios quiso deciros, por ejemplo, al hablar de la creación, es que Él, y sólo Él, creó todas las cosas. No quiso decir cómo las creó. No quiso dar una lección de ciencia, sino un mensaje religioso. Por lo que nunca puede haber oposición entre lo que dice la Biblia y lo que pueda decir la ciencia.

A grandes rasgos, el mensaje religioso de esta primera parte de la Biblia es que Dios es el único Dios y, por tanto, el único creador de todo. Que hay que darle gracias. Que el hombre y la mujer son iguales. Y que el pecado está en la soberbia de querer ser “como Dios”, que es el motivo de su desobediencia.

Niño: Entonces, ¿no hay que tomar al pie de la letra lo que dice la Biblia?

Jesús: Te contesto haciéndote otra pregunta. ¿Hay que tomar al pie de la letra una poesía, o un ejemplo, o una parábola? Tú ya sabes que yo contaba muchas parábolas.

Niño: Pues es verdad. El otro día leía una poesía y decía que “sus lágrimas eran estrellas que caían sobre la tierra”. Pues ¡anda!, que si se toma al pie de la letra... ¡Menuda!
Jesús: Pues algo así sucede en la Biblia. Hay que saber con qué estilo está escrito cada libro, pues hay libros históricos, poéticos, hay parábolas. Y esto es fundamental para saberlos interpretar.

Niño: ¿Y cuándo volverá a hablarnos Dios?

Jesús: Ya nunca más.

Niño: ¿Ya nunca más?  ¿Por qué?

Niño: Porque yo ya os he dicho todo lo que Dios tenía que deciros; y yo sigo estando en mi Iglesia como Palabra viva, actual y completa del Padre.

Niño: Entonces, ¿por qué se aparecen la Virgen y los santos y nos dicen cosas de parte de Dios?

Jesús: Cuando se aparecen y dicen algunas cosas de parte de Dios, no dicen cosas nuevas o cosas distintas de las que yo ya dije. Lo que hacen es insistir en ellas.

Niño: Todo esto lo veo bien, pero a mí me gustaría que me hablase Dios.

Jesús: Mi querido amigo, algunos me oyeron hablar y, a pesar de ello, no hicieron caso a mis palabras y yo soy Dios como el Padre; y mis palabras te han llegado y crees en mí a pesar de no haberme visto ni oído. Te he dado la fe. Y mis amigos han de guiarse por la fe; lo demás no tiene importancia comparado con ella. Nunca estés pendiente de apariciones. Procura aceptar lo que enseña la Iglesia, que es lo que yo he enseñado y enseño.

Hay muchos que creen tener apariciones y pueden vivir engañados acusando de los males del mundo a unos y a otros. Mis amigos viven de la fe y, si son conscientes de que son pecadores y se arrepienten de sus pecados y hacen el bien, no necesitan de apariciones; aunque si algunas son aprobadas por mi Iglesia, les pueden ayudar a vivir su fe.
 
José Gea