El 2 de septiembre de 1931 leemos en El Castellano:
Las supuestas apariciones de Guadamur. Anoche se congregaron millares de personas. Más de 100 autos particulares y varios autobuses. Guadamur, 2, 11 mañana. —(Conferencia telefónica de nuestro corresponsal).
Cada día que pasa es más honda la preocupación general, más intensa la emoción de todo el pueblo ante el asombroso fenómeno de que a diario es testigo, pues, aunque con menos prodigalidad -solo a contadas personas, generalmente de fuera, se aparece ahora la misteriosa visión- todos los días se produce la emocionante aparición.
Ayer, martes, durante la tarde y la noche vinieron más de cien automóviles particulares y numerosos autobuses, reuniéndose en el ya famoso olivar miles de personas de todas las clases sociales.
Durante el rezo del rosario no se advirtió nada anormal. Al anochecer se produjeron algunos casos: un hombre de Cobisa, una señora de Toledo y dos o tres niñas afirmaron que veían la aparición, y hubo que prestarles auxilio, pues sufrieron fuertes accesos nerviosos.
El de Cobisa, hombre joven, de recia constitución, apellidado Juaristi, al ver la visión cayó de rodillas y preso de vivísima emoción, anheloso y trémulo, de rodillas como estaba avanzó a velocidad incomprensible hacia la oliva en la que, dijo luego, veía claramente a la Virgen de la Soledad. Y sintió un gran pesar -confesaba después- cuando, próximo ya a la oliva, la visión desapareció.
La señora de Toledo, Sagrario del Río, también joven, también corrió, llevando en brazos un niño de escasos dos años, hacia otra oliva donde, a su vez, se le apareció la visión. Esta señora padecía luego una intensa excitación nerviosa.
Es curioso observar en todos cuantos han experimentado el fenómeno que, no obstante, la dolorosa impresión que sufren, sienten irresistibles deseos de volverlo a ver. Y no es raro encontrar desasosegados e inquietos a hombres que vieron la aparición, que no recobran la calma sino paseándose por el olivar, más curioso todavía que ninguno de ellos ha vuelto a ver la misteriosa aparición.
Guadamur se ha transformado. Su conmoción espiritual es tan grande, que se manifiesta en todo. Bullicioso y alegre por temperamento, calla y medita. Ya no recorren sus calles las ruidosas rondas de mozos, no turban la paz de la noche las canciones de la gente moza, ni atormenta los oídos del vecindario el ronco zumbar de las banderas de los quintos. Tomado de la emoción de lo misterioso Guadamur calla, medita y espera».