No descubrimos nada si nos referimos a la aberrante política del gobierno comunista chino por la que se permite tener a cada familia un solo hijo. Los efectos son cada vez más evidentes y notorios: desequilibrio demográfico insostenible, recurso frecuente y reiterado al aborto y acentuada escasez de mujeres. Pero aunque los efectos no fueran tan notorios, la perversidad de dicha política salta a la vista por cuanto es una imposición totalitaria en la vida de las personas y las familias absolutamente reprobable.
La noticia de estos días es el anuncio de que el Partido-Gobierno-Estado chino abolirá la ley del hijo único, introducida el año 1980, en tiempos del supuestamente reformador y pragmático Deng Xiao Ping, y con ella el injusto sistema de multas y castigos, tanto físicos como pecuniarios, para quienes la incumplen. El balance de la aplicación de esta ley, malvada y cruel, a lo largo de los últimos 35 años se calcula en la imponente cifra de alrededor de 400 millones de abortos, 196 millones de esterilizaciones y 403 millones de dispositivos intrauterinos implantados en mujeres, a menudo sin su consentimiento.
Pero no crean que el régimen comunista chino haya visto la luz y a partir de ahora vaya a respetar la dignidad de sus ciudadanos, dejando de inmiscuirse en lo más íntimo de sus vidas. No, la tiranía comunista china, forzada por los catastróficos efectos de sus medidas, permitirá un segundo hijo a las familias chinas: de la política del hijo único se pasa a la política de los dos hijos únicos. Es previsible que el número de abortos disminuirá, pero la nueva ley significará el mantenimiento del asesinato de millones de seres humanos antes de nacer. Menos que en la actualidad, pero en cualquier caso una cifra monstruosa. Y sobre todo, se mantiene viva la lógica subyacente a la ley del hijo único: es el Estado quien determina los hijos que puede tener una familia y, en consecuencia, los chinos pueden tener solamente los hijos que ha determinado en cada momento el Partido-Gobierno-Estado comunista. Hoy ha abierto un poco la mano, permitiendo un segundo hijo para intentar mantener en pie el cada vez más insostenible equilibrio entre productores, consumidores y jubilados en China, ayer era un solo hijo, mañana... En sustancia nada cambia, se trata de la misma lógica totalitaria y neomalthusiana que esclaviza a los chinos.
Es lo que señala Asia News: todo depende de un cínico cálculo de intereses. Una máquina estatal mastodóntica como la china solamente puede ir posponiendo su propio colapso a base de medidas de ingeniería social como la descrita, intentando evitar que la población envejezca a un ritmo demasiado acelerado. El problema es que reducir la natalidad a base de medidas coercitivas es algo bastante fácil para un régimen sin escrúpulos que impone el aborto forzoso, pero para recuperar la natalidad no basta con medidas coercitivas. De hecho, de las 11 millones de parejas chinas a las que ya se les había autorizado tener un segundo hijo (acogiéndose a las excepciones que ya permitía la ley del hijo único), solamente lo han tenido algo menos de un millón y medio. Las personas no existen en China, donde solo hay individuos cuya existencia está en función de las necesidades del Estado, que va fijando según éstas sus cuotas periódicas de contingentes con derecho a la vida