Siempre es fácil teorizar sobre la oración. Me consta personalmente. ¿La prueba? Los cientos de libros publicados sobre ella con indiscutible buenísima intención y no pocos buenos contenidos. No lo dudo ni quiero ponerlo en duda.
Se escribieron varios libros de oración ayer, no tantos; se han escrito y se escriben muchos más hoy, muchísimos. Existen incluso revistan especializadas en el tema y páginas web en internet. No estoy en contra, claro, ni los quiero criticar. Confieso, eso sí, que lo mío, lo que yo hago sobre el tema la oración, es diferente. Lo mío quiere ser unas notas de ayuda. ¿Algo así como una Guía-manual de oración? ¡Algo así! Sin estar seguro de acertar tampoco. Pero sí sé que ha ayudado a mucha gente, laicos en particular, que es en quienes pienso al entregar esta ayuda para hacer oración.
De todos modos, algo importante significa tan abultada y religiosa literatura sobre la oración. ¿Qué puede ser? Pues que una inquietud orante se ha despertado y se sigue despertando de ese letargo oracional rutinario de muchos. ¡Y se entiende!
Existe en el hombre y más en el cristiano, en su interior, en el hondón del ser, una llama prendida, imposible de apagar con mil soplos, que desea convertirse en incendio. Es la llama de amor viva, -que dice san Juan de la Cruz- que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro: / pues ya no eres esquiva, / acaba ya si quieres; / rompe la tela deste dulce encuentro (Poesías, Llama de amor va, 1).
En romance llano: esa llama de amor viva es la Presencia del Amor y del Amado en el corazón humano-cristiano, que por eso no puede apagar, y hasta desea convertirse en incendio; que por eso además uno siente que está llamado desde dentro a la íntima unión-comunicación-comunión de amor con Él. Y no puede. Y no llega. Y no sabe. Y gime: acaba ya, si quieres; / rompe la tela deste dulce encuentro.
Y esa llama que quiere ser incendio ¿de dónde brota? También Juan de la Cruz nos lo dice: Que, estando la voluntad / de Divinidad tocada, / no puede quedar pagada / sino con Divinidad (Poesías, Glosa “a lo divino”, 5. Así de simple: el hombre tocado de Divinidad en su misma voluntad, ¿cómo no va a aspirar, desear, buscar la Divinidad, a Dios mismo en persona? De ahí brota el deseo del encuentro personal e íntimo, la oración y el querer hacer oración.
Dicho esto, que no es en balde, añado que con estas notas o letrillas, quiero salir al paso de algo tan elemental como ayudar a ponerse en camino en esto de la oración personal; encauzar las ganas y deseos de hacerla; orientar hacia el Encuentro, como llevando de la mano, para hacer alguna experiencia orante que permita darse cuenta de que orar es posible, muy posible.
Este material está pensado para introducir en la oración personal, que es, muy de ordinario, demasiado, la más deficiente: la cenicienta de la oración en la vida espiritual cristiana.
Esta oración personal aquí presentada, tiene dos tiempos o momentos: uno, el primero, el dedicado a la lectura espiritual y serena de un tema preciso y necesario acerca de la oración; el otro, el segundo y seguido del primero, la práctica orante concreta. Ésta quiere ser la oración misma que se intenta hacer siguiendo, paso a paso, los elementos que se indican. Una oración ésta algo guiada, simple y que favorece -gracia de Dios mediante, por supuesto- el Encuentro en mutua presencia de amor. Insisto. Es sobre todo experiencia de oración personal.
Como es obvio, esta metodología puede tener otra aplicación: la oración grupal.
Por ejemplo. Se acoge fraternalmente al grupo en el lugar preparado. Una vez sentados en círculo y con algunos símbolos puestos en medio (Biblia abierta, Icono, cirio, flores): se puede cantar un canto, el animador del grupo invoca al Espíritu Santo, hace él u otro, la lectura espiritual correspondiente. Esa lectura se hace sin prisas y de modo claro y despacio. Al terminarla puede dedicarse un tiempo corto a preguntas y respuestas que aclaren algo de lo leído (aquí no se trata de discutir ni turbar los ánimos, sino aclarar simplemente. Hecho esto, el animador guía la oración paso a paso y bien despacio, siguiendo “La práctica orante” y dejando tiempo de silencio. Acabada la oración, puede ser enriquecedor compartir la experiencia, quien así lo desee y sin forzar nada. Finalizar con el Padrenuestro y un canto.
Que Dios Trinidad sea Alguien vivo, muy Vivo, dentro de ti en esta oración que inicias, y después. Y desde ella siempre.