El 14 de septiembre de 2015 se volvió a abrir un proceso de beatificación, inconcluso desde hace cuatro siglos: el de los religiosos trinitarios Bernardo de Monroy, Juan del Águila y Juan de Palacios. En la Orden Trinitaria se les conoce como "los Mártires de Argel", ciudad en la que murieron en el primer tercio del siglo XVII, ejerciendo su oficio de redentores de cautivos. Ahora se trata de probar el martirio de estos tres religiosos, cuyo caso conmovió a España y a buena parte de Europa en su tiempo, al haber muerto en las mazmorras de Argel, donde se habían dirigido a redimir cautivos cristianos.
Juan del Águila nació en Ávila en 1563; Juan de Palacios fue natural de Villanueva de Presa, junto a Carranza, Vizcaya, donde nació hacia 1560; Bernardo de Monroy nació en Carrión de Calatrava (Ciudad Real) hacia 1559. La Provincia de Castilla de la Orden de la Santísima Trinidad envió a los dos primeros para asistir a la comunidad cristiana en Argel (formada principalmente por esclavos) y al último como redentor, con el fin de liberar al mayor número de cautivos y llevarlos de nuevo a casa en España. Partieron para Argel en 1609, en donde consiguieron liberar a 130 cautivos.
Cuando iban a embarcarse para España, redentores y redimidos fueron detenidos por orden de las autoridades argelinas, como represalia por el bautismo de una niña argelina en Calvi (Córcega), llamada Fátima. Los esfuerzos de la Corte de España y de muchas otras instancias diplomáticas europeas, así como del mismo Sultán Otomano, fueron vanos por conseguir la liberación de los tres religiosos quienes, estando prisioneros, continuaron la atención de la población cautiva cristiana de Argel y procurando la libertad muchos cristianos.
En 1612 fundaron un hospital con ocho camas, bajo el título de la Santísima Trinidad, para auxilio de los cautivos: el que es considerado el primer hospital de África, fue regentado por la Provincia de Castilla, hasta 1816. Con los auxilios que recibían de España (especialmente de san Simón de Rojas) lograron no sólo rescatar cautivos, que mandaban libres a España, y mejorar las condiciones de vida de quienes padecían cautividad en Argel.
El primero en morir fue Juan del Águila, el 5 de junio de 1613. El 20 de septiembre de 1616 murió Juan de Palacios, tras haber padecido muchos maltratos. Quedó vivo sólo Bernardo de Monroy, quien el 29 de julio de 1617 fue encerrado en una mazmorra llena de agua: allí sobrevivió hasta el 31 de julio de 1622, en que murió. En 1636, el cuerpo de Monroy fue trasladado a España, yendo a parar al convento de la Trinidad de Toledo; tras varias peripecias, hoy se encuentra en el convento que los trinitarios tienen dentro de la ciudad de Andújar (Jaén).
En 1623, san Simón de Rojas (entonces provincial de Castilla) empezó el proceso de beatificación de los tres religiosos, al pedir al Nuncio en Madrid que instruyera una información sobre la vida y martirio de estos, cosa que obtuvo. Examinaron testigos en su mayor parte cautivos liberados por ellos mismos en Argel, Barcelona, Madrid, Málaga y Mallorca; el proceso fue llevado a Roma en 1626. Sin embargo, el haber colocado un cuadro en la iglesia de la Trinidad "calzada" de Madrid con las imágenes de los tres religiosos mártires, adornándolos con exvotos, contravenía las instrucciones que ese mismo año el papa Urbano VIII había promulgado para reformar el estudio de las causas de canonización. Por esta razón, técnica, la Santa Sede paralizó el proceso.
La nueva legislación promulgada por san Juan Pablo II, simplifica esta parte del procedimiento y da mayor autoridad a los Obispos en la inquisición previa del caso, por esta razón se aceptó la reapertura solicitada por el P. Antonio Sáez de Albéniz quien, con este parecer favorable y de acuerdo a las indicaciones recibidas, presentó la instancia en Toledo. Aceptada por el Señor Arzobispo y después de las diligencias previas, tras 385 años, se vuelve a reabrir esta Causa, que para los Trinitarios es especialmente significativa, ya que se trata de tres figuras espléndidas, de religiosos completamente inermes que pagaron con su vida (en un martirio de la paciencia que, en el caso de Monroy, duró doce años) el servicio a la libertad y a la fe de los cautivos cristianos, según el carisma de la Orden, fundada por san Juan de Mata a finales del siglo XII.
El aparato documental que aporta la comisión histórica nombrada por el Arzobispado es realmente "monumental", pues recoge una abundantísima documentación de varios archivos europeos y da idea del alcance que tuvo este caso en aquel tiempo, a pesar de no haber redes sociales, la incipiente prensa publicó las cartas de los redentores en París, Lisboa, España y traduciéndolas a en las respectivas lenguas.
Descansen en paz.