Se trata de una nueva versión populista del comunismo de las mil caras que antepone la eliminación de la “alienación religiosa“ a toda otra liberación, y todos sabemos los métodos utilizados desde octubre de 1917 hasta hoy día. Porque eso es lo que viene diciendo el superlíder de Podemos que plantea –si llegara o llegase a su cielo de gobernar- la eliminación de capellanías y servicios religiosos en instituciones públicas como hospitales, universidades, o prisiones; también quiere anular los Acuerdos con la Santa Sede; suprimir la casilla de la Iglesia en la Declaración de la renta; prohibir la presencia de autoridades en celebraciones religiosas, etc, etc. Una cantinela muy vieja que cansa a los oídos.
Vemos actualmente que cuando personajes como Ribó conquistan el poder se dedican a restar en vez de sumar y construir. Este señor debería saber que la Iglesia como institución desarrolla una gran labor social, de la que recordaré algunos ejemplos, sin contar las acciones de promoción y asistencia que realizan libremente tantos católicos, desde sus trabajos y actividades sociales y sin implicar a la Iglesia. Pues bien, la Iglesia española gestiona ahora más de 5000 centros de enseñanza que ahorran al Estado quince mil millones al año. Más de cien hospitales que ahorran cinco mil millones al año. Cáritas gasta 155 millones de euros al año, salidos principalmente de los católicos que miran al crucifijo y las imágenes de la Virgen, que no faltan en cada pueblo y villorrio. Sostiene casi 400 centros para integración de marginados sociales que ahorran al Estado 200 millones al año; casi 1000 orfanatos para niños abandonados que ahorran al Estado 10 millones de euros. En definitiva, ¿en qué siglo vive el alcalde Joan Ribó y sus compañeros iconoclastas? Por sus alcaldadas parecen personajes anclados en el primer milenio.