En Teniente Alcalde de este pueblo, indica que “los ritos sociales los viene realizando la humanidad desde siempre, y ha precisado que el Ayuntamiento no va contra los sentimientos ni la ideología de nadie ni contra ninguna institución religiosa, sino que simplemente quiere dar cabida a personas que quieren desarrollar estos rituales de forma laica.”
Por desgracia, el Teniente de Alcalde tiene razón. Los sacramentos son, para muchos católicos, una simple ceremonia social en la que se celebra algún tipo de evento relevante para la familia. Los católicos socio-culturales no tendrían problema para que la ceremonia religiosa fuese sustituida por la ceremonia civil, sobre todo si el ayuntamiento no exige que se hagan catequesis previas.
Nosotros debemos imitar a Dios, y, por tanto, suplicar, exhortar y corregir con toda mansedumbre, no con ira y furor. A Dios, ningún daño le viene de la blasfemia, para que tú te irrites; el blasfemo mismo es el que recibe una herida mortal. Gime, pues, por él, laméntate por su daño, pues realmente bien merece que se lo llore. Y, por otra parte, nada como la mansedumbre puede curar al pobre herido, pues la mansedumbre es más fuerte que la violencia. Mirad, si no, cómo el mismo Dios, que es injuriado, nos habla tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. (San Juan Crisóstomo. Homilías sobre San Mateo. La mansedumbre con la que hay que tratar a quienes pecan)
Imitar los sacramentos por parte de las autoridades civiles tiene un fuerte componente de blasfemia, es decir, de burla hacia Dios y lo sagrado. Que la sociedad acepte este tipo de burlas como algo positivo nos debería hacer reflexionar sobre la formación religiosa que hemos ofrecido durante décadas. Si las autoridades civiles ofrecen sacramentos con importantes “rebajas” de esfuerzo personal, la Iglesia verá como estos católicos socio-culturales dejarán de aparentar que son lo que no son.
No deberíamos irritarnos por la blasfemia, tal como San Juan Crisóstomo señala. Los blasfemos se hacen daño a ellos mismo y la mejor forma de enfrentar la blasfemia es la mansedumbre. Mansedumbre que se puede ejercer mientras se denuncia la confusión mental, cultural y espiritual que tienen estas personas. Según la demanda de los verdaderos sacramentos disminuye, podemos mejorar la formación y la práctica religiosa de nuestras parroquias.
Lo que no deberíamos una entrar es en una guerra comercial con la autoridad civil, ofreciendo rebajas de esfuerzo y coherencia, para conseguir que las estadísticas digan que somos los mejores. Los sacramentos nunca pueden rebajarse a signos socio-culturales de pertenencia a una comunidad. Los sacramentos son signos sensibles que Dios utiliza para transmitir su Gracia, no celebraciones familiares que deben pasar por un extraño rito religioso.
Una vez hemos salido del Sínodo de la Familia, sería interesante tomarnos más en serio la preparación pre-sacramental. Empezar a dar menos importancia a cumplir un número de sesiones de catequesis y fijarnos más en la preparación de quienes acceden a los sacramentos. No se trata de pasar un cursillo, como se piensa hoy en día, sino de realizar itinerarios en que el discernimiento y la formación fuesen lo primordial. No creo que haga falta que todos los niños/jóvenes hagan la primera comunión o la confirmación al mismo tiempo. La preparación al matrimonio debería ser tranquila, profunda y exigente.
Hay mucho que reflexionar sobre en tema, ya que vivimos un momento eclesial lleno de incertidumbres y problemas.