El secretario de Estado vaticano, cardenal Parolín, ha dicho que, según su opinión, el Papa escribirá una exhortación apostólica que recoja las indicaciones del sínodo de los obispos y que lo hará pronto. “El hierro se trabaja mientras está caliente”, ha afirmado. Dios le oiga y tengamos pronto un documento magisterial procedente del Vicario de Cristo.
Necesitamos ese texto para saber a qué atenernos. El Sínodo, no hay que olvidarlo, no es más que un instrumento de consulta al servicio del Papa. No puede elaborar ni aprobar ninguna doctrina. Le ofrece al Pontífice sus reflexiones y ahí termina su función. Sin embargo, concluido éste, muchos se han lanzado a interpretar lo que en él han aprobado los obispos desde las posturas más extremas. Están los que dicen que la Iglesia ha aceptado la comunión a los divorciados –unos para criticarlo y los más para aplaudirlo-, aunque en ningún momento en el documento se hable de dicha comunión. Están, incluso, los que, como un obispo belga, hablan ya de que el permiso para que los divorciados puedan comulgar se puede ampliar –siempre bajo la excusa de la apelación al fuero interno con el beneplácito de un sacerdote- a los que conviven sin casarse o a los homosexuales que viven en pareja. La confusión, pues, lejos de disminuir ha aumentado. No sólo se sacan conclusiones erróneas de lo que ha aprobado el Sínodo, sino que se presenta lo aprobado como si fuera “palabra de Dios” o al menos magisterio firme de la Iglesia.
Necesitamos un documento que lleve la firma del Santo Padre para saber qué consecuencias tendrá para la vida pastoral de una parroquia o de un feligrés que se vea afectado por lo que en el Sínodo se ha tratado. Necesitamos oír la voz del pastor, más allá de cualquier interpretación más o menos fiel e interesada. Las ovejas quieren oír su voz, como escucharon las del Buen Pastor, Jesucristo. Mientras tanto, no hay que olvidarlo, lo que sigue siendo doctrina firma de la Iglesia es la exhortación apostólica de San Juan Pablo II “Familiaris consortio” que deja claro que los divorciados vueltos a casar no pueden comulgar, salvo que lleven vida de continencia. El cardenal Parolín debe tener buena información, pues por algo es secretario de Estado, y algo ha de saber sobre lo que va a pasar. Dios quiera que eso sea cierto. Después, al menos todos sabremos a qué atenernos.
Necesitamos ese texto para saber a qué atenernos. El Sínodo, no hay que olvidarlo, no es más que un instrumento de consulta al servicio del Papa. No puede elaborar ni aprobar ninguna doctrina. Le ofrece al Pontífice sus reflexiones y ahí termina su función. Sin embargo, concluido éste, muchos se han lanzado a interpretar lo que en él han aprobado los obispos desde las posturas más extremas. Están los que dicen que la Iglesia ha aceptado la comunión a los divorciados –unos para criticarlo y los más para aplaudirlo-, aunque en ningún momento en el documento se hable de dicha comunión. Están, incluso, los que, como un obispo belga, hablan ya de que el permiso para que los divorciados puedan comulgar se puede ampliar –siempre bajo la excusa de la apelación al fuero interno con el beneplácito de un sacerdote- a los que conviven sin casarse o a los homosexuales que viven en pareja. La confusión, pues, lejos de disminuir ha aumentado. No sólo se sacan conclusiones erróneas de lo que ha aprobado el Sínodo, sino que se presenta lo aprobado como si fuera “palabra de Dios” o al menos magisterio firme de la Iglesia.
Necesitamos un documento que lleve la firma del Santo Padre para saber qué consecuencias tendrá para la vida pastoral de una parroquia o de un feligrés que se vea afectado por lo que en el Sínodo se ha tratado. Necesitamos oír la voz del pastor, más allá de cualquier interpretación más o menos fiel e interesada. Las ovejas quieren oír su voz, como escucharon las del Buen Pastor, Jesucristo. Mientras tanto, no hay que olvidarlo, lo que sigue siendo doctrina firma de la Iglesia es la exhortación apostólica de San Juan Pablo II “Familiaris consortio” que deja claro que los divorciados vueltos a casar no pueden comulgar, salvo que lleven vida de continencia. El cardenal Parolín debe tener buena información, pues por algo es secretario de Estado, y algo ha de saber sobre lo que va a pasar. Dios quiera que eso sea cierto. Después, al menos todos sabremos a qué atenernos.