Las Palabras de Decálogo están formuladas en dos libros distintos de la Biblia. En el capítulo 20 del Éxodo y en capítulo 5 del Deuteronomio. En el Éxodo el descanso se presenta como contemplación de la obra de Dios. En el Deuteronomio como libertad. A este segundo aspecto dedica el Papa una segunda catequesis sobre el tercer mandamiento.
La verdadera libertad es mucho más que poder elegir. El poder elegir es una de las posibilidades de la libertad. Se pude profundizar más hondo para encontrar la raíz. “¿Qué es, por tanto, la verdadera libertad? ¿Consiste tal vez en la libertad de elección? Ciertamente esta es una parte de la libertad y nos comprometemos para que se asegure a cada hombre y mujer. Pero sabemos bien que poder hacer aquello que se desea no basta para ser verdaderamente libres y ni siquiera felices. La verdadera libertad es mucho más. De hecho, hay una esclavitud que encadena más que una prisión, más que una crisis de pánico, más que una imposición de cualquier género: es la esclavitud el propio ego… El ego se puede convertir en un verdugo que tortura al hombre donde esté y le procura la más profunda opresión., la se llama «pecado», que no banal violación de un código, sino un fracaso de la existencia y condición de esclavos. El pecado es, al banal, decir y hacer ego. «Yo quiero hacer esto y no me importa si hay un límite, si hay un mandamiento, ni siquiera me importa si hay amor»”.
Los esclavos no podrán descansar, siempre pendientes de lo que desean sus amos. Siempre ocupados para no encontrarnos con nosotros mismos: “Los esclavos, de hecho, por definición, no pueden descansar. Existen muchos tipos de esclavitud externas e internas… Efectivamente, hay personas que, aunque en la cárcel, viven en una gran libertad de ánimo. Pensemos, por ejemplo, en San Maximiliano Kolbe, o en el cardenal Van Thuan, que transformaron las oscuras opresiones en lugares de luz. Como también hay personas marcadas por grandes fragilidades interiores que conocen el reposo de la misericordia y lo saben trasmitir. La misericordia de Dios nos libera. Y cuando tú te encuentras con la misericordia de Dios, tienes una libertad interior grande y eres también capaz de trasmitirla. Por eso es muy importante abrirse a la misericordia de Dios para no ser esclavos de nosotros mismos”.
No solo es problema de movilidad exterior, la que a veces nos esclaviza, sino sobre todo la interior: “Pensemos en las pasiones humanas: el goloso, el lujurioso, el avaro, el iracundo, el envidioso, el perezoso, el soberbio –y etcétera- son esclavos de sus vicios, que los tiranizan y los atormentan. No hay tregua para el goloso, porque la gula es la hipocresía del estómago, que está lleno y nos hace creer que está vacío. El estómago hipócrita nos hace golosos. Somos esclavos de un estómago hipócrita. No hay tregua para el goloso y el lujurioso que debe vivir del placer; el ansia de posesión destruye al avaro, siempre acumulando dinero, haciendo daño a los demás; el fuego de la ira y la carcoma de la envidia arruinan las relaciones. Los escritores dicen que la envidia hace que el cuerpo y el alma se pongan amarillos, como cuando la persona tiene hepatitis: se pone amarilla. Los envidiosos tienen el alma amarilla, porque nunca pueden tener la frescura de la salud del alma.
»El tercer mandamiento, que invita celebrar en el descanso la liberación, para nosotros cristianos es profecía de Jesús, que parte de la esclavitud interior del pecado para hacer al hombre capaz de amar. El amor verdadero es la verdadera libertad: aparta de la posesión, reconstruye las relaciones humas, sabe acoger y valorar al prójimo, transforma en don alegre cada fatiga y hace capaces de comunión. El amor hace libres incluso en la cárcel, incluso si se está débil o limitado”.