Una pregunta que algunos se habrán formulado alguna vez: ¿por qué hablamos tan a menudo de los siete arcángeles siendo así que luego sólo celebramos a tres? Pues bien, como para todo existe una explicación. Es en el Antiguo Testamento donde encontramos que los arcángeles ("más que ángeles", que tal es su significado como arzobispo es “más que obispo” o arquitecto es “más que albañil”) son siete, y más concretamente en el Libro de Tobías, en el que leemos.
“Uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor” (cfr. Tb 12, 15).
En el Nuevo Testamento volvemos a encontrar la referencia a los siete ángeles, esta vez en el libro del Apocalipsis, en su mismo comienzo:
“Juan, a las siete iglesias de Asia. Gracia y paz a vosotros de parte de ‘Aquel que es, que era y que va a venir’, de parte de los siete Espíritus que están ante su trono” (Ap 1, 4).
Sin embargo la Iglesia Católica sólo celebró ayer a tres, los llamados Gabriel, Miguel y Rafael. Y bien ¿por qué? Ello es así porque son ellos los únicos mencionados por su nombre en la Biblia, incluídos tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.
El primero es San Miguel (=quién como Dios), ángel belicoso que se enfrenta en el Antiguo Testamento al Príncipe de Persia, ángel protector de las naciones contrarias a Israel:
“El príncipe del reino de Persia me ha opuesto resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi ayuda” (Dn 10, 13).
Y en el Nuevo, al Dragón de siete cabezas y diez cuernos, asimilado al demonio.
“Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón” (Ap. 12, 7).
El segundo es San Rafael (=Dios cura), que desempeña un oficio protector, quince veces mencionado en el Libro de Tobías, donde se presenta:
“Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor” (Tb. 12, 15).
El Nuevo Testamento por el contrario, no lo menciona expresamente.
Y dejamos para el final uno muy especial, San Gabriel, el “poder de Dios” y su heraldo tanto en el Antiguo Testamento, donde le vemos instruir a Daniel (Dan 8, 16) y en el que es mencionado tres veces, como en el Nuevo, donde le cabe el honor de informar a Zacarías (cfr. Lc. 1, 3-25) de que, a pesar de su ancianidad y de la de su mujer Isabel, ésta dará a luz un niño, Juan Bautista; y sobre todo, la de anunciar a una virgen de Nazareth la buena nueva de la concepción en su seno de un niño al que pondrá por nombre Jesús, en el episodio conocido como de la Anunciación (cfr. Lc. 1, 26-38).
La tradición extrabíblica -sustentada por apócrifos veterotestamentarios como el Libro de Henoc y el IV Libro de Esdrás-, da en llamar a los otros cuatro arcángeles Uriel, con una gran tradición, por cierto, entre los cristianos coptos, Baraquiel, Jehudiel y Saeltiel, si bien, y como ya se ha dicho, no son celebrados por la Iglesia.
Y bien amigos, esto es todo por hoy. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Por aquí lo espero. Como siempre.
©L.A.
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