‘Este es el tenor de la carta que envió el profeta Jeremías desde Jerusalén al resto de los ancianos de la deportación, a los sacerdotes, profetas y pueblo en general, que había deportado Nabucodonosor desde Jerusalén a Babilonia’. (Jeremías 29:11)
Introducción
Vinculada a la actividad literaria del profeta Jeremías se encuentra esta carta dirigida a los judíos que iban a ser deportados a Babilonia. Constituye un precioso documento de la apologética judía contra el paganismo.
El escrito
El texto ha llegado hasta nosotros a través de las versiones griegas de las Sagradas Escrituras. Algunos estudiosos creen que puede haber existido un texto original en hebreo o en arameo.
En la mayoría de las antiguas versiones griegas la carta está colocada después de las lamentaciones de Jeremías, y en otras se encuentra después de Baruc. Para la Vetus Latina, los textos bíblicos en latín que fueron traducidos a partir del siglo II d.C. desde el griego, constituye el capítulo final del libro de Baruc, o sea, en el capítulo 6. La situación de la Carta de Jeremías en las traducciones modernas de la Biblia depende de los distintos criterios adoptados para realizar dichas versiones. En la Biblia de Jerusalén se encuentra exactamente en Baruc 6:1-72.
Si atendemos al contenido de la Carta de jeremías depende de la doctrina anti idolátrica del segundo Isaías, aunque no alcanza la profundidad teológica de éste (Isaías 40:12-24; 42:1216; 44:6-20; 46:1-7). Correspondería datar la composición de la Carta de Jeremías, al igual que el capítulo 10 del libro de Jeremías del que depende doctrinalmente, en el período postexílico, quizás hacia el final del imperio persa. Se ha descubierto en las cuevas de Qumrán un papiro del año 100 a.C. aproximadamente, que contiene algunas partes de la Carta de Jeremías.
El estilo de la Carta
El estilo del escrito no corresponde a la forma epistolar; no lleva el encabezamiento característico de toda carta y en ningún momento se hace mención de los destinatarios de la misma. Más bien constituye un escrito de tipo doctrinal que presenta algunos rasgos de la diatriba y de la polémica anti idolátrica, haciendo de forma casi sarcástica una crítica de la idolatría pagana.
Así se entiende mejor el carácter irónico y burlesco con el que son atacadas las formas del culto del paganismo. El recurso a la ironía y al humor ya había sido utilizado en la crítica profética contra el culto a Baal, y con gran éxito como nos lo cuenta el relato del enfrentamiento del profeta Elías con los profetas de Baal en el monte Carmelo (1a. Reyes 18:20-40). También el capítulo 14 del libro de Daniel nos presenta un relato satírico sobre el paganismo del imperio babilónico.
La argumentación anti idolátrica gira en torno a dos temas: la falsedad de la religiosidad pagana y la inutilidad de sus dioses. Esto se manifiesta en los mismos que los adoran, puesto que no creen en lo que celebran, pero son incapaces de reconocerlo. Los judíos, en cambio, conocen la vacuidad y la hipocresía de este culto.
El desarrollo de la argumentación es pobre, pero el conjunto de imágenes e ideas con las que se ataca a la idolatría es creativo. La estructura de este conjunto se puede esquematizar así: en torno a los ídolos hay una multitud de adoradores que los reverencian con temor, pero terminan por abandonarlos como un cadáver en la oscuridad, carcomidos por la corrupción, y serán la irrisión de la gente (Carta de Jeremías 3-5 y 70-71).
Incluso las estructuras de los propios templos paganos están carcomidas por los gusanos que salen de la tierra (Carta de Jeremías 19). Es decir, que el centro de la religión pagana, los ídolos y sus templos, aparentemente llenos de esplendor, no son más que corrupción. En la religión pagana se pretende disimular la decrepitud a través del oro y la plata, pero en realidad no se puede impedir la actuación de la muerte. Todo está construido sobre una gran mentira y se mantiene por la hipocresía, pero finalmente la verdad se manifestará (Carta de Jeremías 41; 44-47; 71-72).
Es interesante el contraste entre la multitud de adoradores de los ídolos y la singularidad del hombre recto que nada tiene que ver con los ídolos. Entre los que integran esa multitud de adoradores de ídolos se enumeran los sacerdotes corruptos, las prostitutas, las mujeres en estado de impureza y los ladrones.
En ningún momento se valora positivamente o se intenta salvar algo de la religiosidad pagana y de las representaciones de la supuesta divinidad. Todo se centra en afirmar la falsedad del culto idólatra a los dioses del imperio, y en exhortar a no actuar como la masa de gente que los adora, siendo evidente que ni ellos mismos creen en lo que celebran.
A partir de esta crítica se puede suponer que la carta podría estar dirigida a una comunidad judía que vivía bajo la presión de un ambiente que tendía a la asimilación social de los diversos pueblos deportados, a una homogenización político-cultural o, al menos, a un respetuoso sincretismo religioso que ponía en peligro la observancia de la ley de Moisés con respecto a la idolatría.
La conclusión de la Carta, en sintonía con todo el escrito, no pretende ser una reflexión teológica, sino más bien una consecuencia y una exhortación; una especie de moraleja. En ella se sintetizan los dos argumentos de la polémica contra el paganismo, pero lo que verdaderamente tiene valor y lo que realmente salva, es la rectitud de vida.
Estructura de la Carta de Jeremías
Una exhortación profética inicial (1-6): Explica la causa del destierro y exhorta a la fidelidad ante el peligro de la idolatría.
Argumentación contra la idolatría (7-71): La argumentación se desarrolla sobre los argumentos de la falsedad e inutilidad del culto a los ídolos, retornando siempre a la conclusión: puesto que no es evidente que no son dioses, no tengáis temor de ellos.
Conclusión parenético-sapiencial (72): Exhortación a la rectitud de vida, apartándose de la idolatría.
‘En conclusión, vale más un hombre justo que no tiene ídolos pues nunca sufrirá tal deshonra’
(Baruc 6:72)