La gran mayoría de los hombres persiguen
el placer con tal apresuramiento,
que en su prisa, lo pasan de largo.
-Soren Kierkegaard-
Llevaba Pedro una temporada desaparecido. Algunas veces lo veía por los pasillos corriendo literalmente.
-Hola, profe, perdone que no le atienda pero tengo muchas cosas que hacer y me falta tiempo. Ya encontraré un hueco y le cuento mientras tomamos un café tranquilamente.
Y desapareció corriendo. Un día al entrar en una iglesia vi un mural titulado: DEMASIADO TARDE. Tenía el mural cuatro fotografías con un comentario cada una. La primera fotografía era un bebé encantador con la leyenda: Demasiado joven para pensar en Dios. La siguiente fotografía era de un adolescente en una discoteca: Demasiado distraído para pensar en Dios. Seguía otra fotografía de un
ejecutivo cartera en mano corriendo por la calle mientras miraba su reloj: Demasiado ocupado para pensar en Dios. La última fotografía era de un féretro con el comentario: Demasiado tarde para pensar en Dios.
Me gustó el cartel y me acordé de Pedro. No sin dificultades, conseguí una copia y se la envié a Pedro; no obtuve respuesta. Al cabo de unos días aparece por el despacho.
-¿Tiene tiempo, profe?
- El que necesites.
- Reconozco que he vivido frenéticamente. Al recibir su mural me di cuenta que no podía seguir con ese tren de vida, pero el empujón definitivo lo recibí al oír, en un charla, la anécdota de los despistes de Chesterton.
- Dicen que era algo despistado, sí.
- ¿Algo? En una ocasión, viajando en tren, el revisor le pidió el billete. Él empezó a buscarlo por sus bolsillos y la cartera que llevaba y no lo encontraba. El revisor esperaba paciente mientras observaba que Chesterton se iba poniendo nervioso al no encontrar el billete. Para tranquilizarlo, el revisor le dijo:
- Tranquilo, no se inquiete, que no le haré pagar otro billete.
- No es pagar lo que me inquieta, contestó Chesterton, lo que me preocupa es que he olvidado a dónde voy.
-“He olvidado a dónde voy”. Ahí paré mi tren. Recorté todas mis actividades y recuperé mi vida normal: plena pero sin prisas.
- Me alegro. Para celebrarlo te invito a tomar café tranquilamente.
- Gracias, profe, en otro momento porque ahora tengo el tiempo justo.
-¿¡!? ¡Jóvenes!