La visita de San Juan Pablo II en 1998 marcó un antes y un después en la historia de Cuba. En un discurso a los representantes de la cultura en la Universidad de La Habana, el hoy papa santo les recordó las raíces cristianas de este país en su historia, “lo cual hoy es una riqueza y una realidad constitutiva de la nación”. Algo que ni la revolución castrista había podido opacar.
Las semillas que él sembró han tenido un lento pero fructífero florecimiento a lo largo de estos años.
En 2012, en vísperas de la visita del Papa Benedicto XVI, el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, arzobispo de San Cristóbal de La Habana, dijo que frutos de la visita de San Juan Pablo II habían sido abundantes y que los cubanos ya no temían expresar su fe: “la Iglesia se ha hecho más presente; ya el tema religioso no es tabú; la peregrinación nacional de la Virgen de la Caridad (patrona de Cuba) es una demostración de fe popular y los sentimientos religiosos que parecían dormidos o apagados se manifiestan de modo muy notable”, dijo en entrevista con L’ Osservatore Romano.
Benedicto XVI durante su viaje a la isla, en continuidad con la célebre frase de Juan Pablo II “que Cuba se abra al mundo”, dijo que la ideología marxista, como estaba concebida “no responde ya a la realidad” y que debían “encontrarse nuevos modelos, con paciencia y en modo constructivo”.
Ambos pontífices han preparado el camino para esta tercer visita papal a Cuba, que comienza el próximo sábado.
“No vamos a pedir al Papa que venga a cambiar la realidad cubana, pero sí espero una solidaridad con todos los que sufren represión dentro de la isla, que son todos los cubanos, y también con aquellos que están intentando cambiar las cosas para el disfrute de los derechos y la defensa de la dignidad humanas”, dijo en entrevista a la agencia Aci prensa Rosa María Payá, hija del fallecido líder católico cubano Oswaldo Payá.
Es verdad que estos papas han llegado a la isla para revolucionar la revolución y que han plantado semillas para las históricas declaraciones hechas por Raúl Castro en mayo pasado: “Cuando el Papa vaya a Cuba en septiembre, prometo que iré a todas sus misas y con satisfacción”. Así se da un paso adelante en materia de libertad religiosa, que puede abrir las puertas a otras libertades, en un país que parecía estar cerrado y sellado perpetuamente al resto del mundo. Pero como asegura el dicho, no hay mal que dure cien años.