Ser responsables es actuar reflexivamente, cosa no muy corriente hoy. Parece que hemos arrinconado nuestra facultad de pensar en el cuarto de los tractos. Queremos que todo se nos dé pensado, triturado, digerido. Somos perezosos para reflexionar. Huimos del esfuerzo mental, y con ello vamos perdiendo humanidad. Los animales no reflexionan, obran por instinto, aunque a veces nos impresionan sus reacciones tan responsables.
Al estudiante no se le enseña a pensar. Todo es intuición, imagen, dato informatizado. Y de esa manera los niños y los jóvenes, y después los mayores, se lo tragan todo como aquel antiguo juego del tragabolas con la boca abierta. Recuerdo un hecho real que aconteció en un zoológico. Había un hipopótamo que solía abrir su enorme boca cuando le miraban los visitantes. Los niños lo tomaron como un juguete y le echaban a la boca de todo: botes, botellines, pelotas de tenis, incluso piedras. El se lo iba tragando todo sin pensarlo. Al cabo de poco tiempo murió el hipopótamo, y al hacerle la autopsia para ver que le había pasado, en su estómago encontraron todo un contenedor de la basura que los niños le habían tirado y él se había tragado sin discernir. Murió de una indigestión.
Si vamos como bobos por el mundo con la boca abierta, con la mente indefensa, con los sentidos descontrolados, nos iremos tragando todo lo que quieran los demás, y los hay que su objetivo es corromper. Estoy pensando sobre todo en los adolescentes y jóvenes, sin olvidarme de bastantes adultos.
Traigo a colación la conocida parábola de La Mariposa y la luz, que un día lejano compuso Leonardo Da Vinci, y que no ha perdido actualidad
La Mariposa y la luz
Una gran mariposa multicolor y vagabunda volaba una noche en la oscuridad cuando vio a lo lejos una lucecita. Inmediatamente torció en aquella dirección y, cuando estaba cerca de la llama, se puso a girar ágilmente en torno de ella, mirándola maravillada !Qué hermosa era¡
No contenta can admirarla, la mariposa comenzó a pensar que con ella podía hacer lo mismo que con las flores olorosas. Se alejo, paso la vuelta y, dirigiendo valerosamente su vuelo hacia la llama, paso volando por encima de ella.
Se encontró aturdida al pie de la luz, y se dio cuenta asombrada, de que le faltaba una pata y las puntas de las alas se le habían chamuscado.
-¿Que ha sucedido?-se pregunto, sin encontrar explicación. De ningún modo podía admitir que de una casa tan bella como una llama pudiese venir ningún daño; así que, después de haber recuperado algo las fuerzas, de un aletazo emprendió el vuelo.
Revoloteó unos instantes y de nuevo se dirigió hacia la llama para posársele encima. Pero enseguida cayó, abrasada, en el aceite que alimentaba la vida de la llama.
- Maldita luz - murmuró al borde de la muerte -.
Creí encontrar en ti mi felicidad, y en lugar de ella he hallado la muerte. Lloro por mi loco deseo, porque he conocido demasiado tarde, y para daño mío, tu naturaleza peligrosa.
- ¡Pobre mariposa! - respondió la luz -. Yo no soy el sol, como ingenua creíste. Yo sólo soy una llama; y el que no sabe usarme con prudencia se quema.
El que elige sus ídolos sin reparar en su
peana de barro, puede verse arrastrado en
su caída cuando aquellos, tarde o témpano,
se desplomen.
No estaría mal que dediquemos un tiempo a pensar, sobre todo antes de tomar decisiones importantes. Nos sentiremos más humanos, más libres, más felices. Hagamos la prueba.