Jesucristo con su persona, con su enseñanza y su vida ha traído un cambio al mundo del hombre. De este cambio nos hablan las lecturas de la Misa del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario y de manera especial el Evangelio
(
Mc 8, 27-35). Con ocasión de las preguntas que Jesús hace a los apóstoles (“¿Quién dice la gente que soy yo?” — “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”) San Pedro confiesa su fe en que Él es el Mesías, el Salvador que Dios anunció en la aurora de la Historia de la Salvación y cuya esperanza alentó por los Profetas.
Pero aunque los contemporáneos de Jesús lo habían olvidado, también los Profetas anunciaron que la Salvación pasa por el sufrimiento y la muerte. En efecto, Jesucristo «comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho» (Mc 8,31). Y más tarde, les dirá a los de Emaus: «“¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?”. Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras» (Lc 24, 25-27).
He aquí, pues, el camino para seguir a Cristo: «Si alguno quiere venir en pos de mí (…) tome su cruz y sígame» (Mc 8,34). Por eso, los discípulos de Jesús necesitan un cambio ante las enseñanzas de su Maestro.
1.- Cambiar la mentalidad. A los discípulos de Jesús no les entra en la cabeza el que su Maestro tenga que pasar por el sufrimiento. Pero si quieren ser discípulos de Cristo tienen que cambiar. Han de aceptar que el sufrimiento es camino de redención para Jesucristo y lo sigue siendo para los cristianos.
También nosotros tenemos que cambiar de mentalidad, de criterios. Sorprende el éxito que tienen entre muchos que se llaman cristianos ideologías en contradicción con el Evangelio y reiteradamente condenadas por el Magisterio de la Iglesia como el liberalismo y el marxismo. Vale la pena también pararse en la frase de Jesús: «Tu piensas como los hombres, no como Dios»
(Mc 8,33) que nos debería llevar a revisar criterios de vida, maneras de hacer y de plantear las cosas y ver si pensamos al modo divino.
2.- Cambiar de vida. Si cambiar el modo de pensar es difícil, mucho más lo es el cambio de vida. El Bautismo y la Eucaristía infunden un nuevo modo de ser y un principio nuevo de actuación. En ello está la base del cambio de vida, pero este cambio requiere gracia de Dios, y trabajo humano para que incida de manera real sobre nuestro comportamiento.