La guerra, con todo lo que conlleva, es la peor lacra de la humanidad después del aborto. Emerge cuando no hay paz en los corazones. Hay un silogismo evidente. Cuando olvidamos que Dios en nuestro Padre, olvidamos que somos hermanos.
La primera guerra fratricida fue la de Caín contra Abel, motivada por la envidia. Los hijos de Caín inventaron la tecnología y con ella el dominio, y el dominio trajo las conquistas y las guerras.
El hombre, huyendo de Dios, huye de sí mismo, mira al otro como a un extraño y finalmente como un enemigo. Solo es un medio que uso para un fin: mi triunfo, mi gloria, mi economía, mi supremacía. Así se rompe la paz con uno mismo, con los cercanos, con los lejanos.
Cuando odias a alguien, deseas su sufrimiento y su muerte, y si no le haces daño es solo porque no te atreves o porque es ilegal. Ahí empieza la guerra. Odios, envidias, rivalidad, inseguridad, miedo, son el germen de la violencia y de la guerra.
Sólo la comunión con Dios da la paz con uno mismo y con los demás, que ya no son enemigos, sino hermanos. Sólo con la fe el amor vence al odio, y a todos los enemigos de la paz. El mundo no estará en paz mientras los hombres no se vuelvan a Dios.
Todo cuanto sucede es un aviso; convirtámonos antes de que sea tarde. Si no impera Dios, imperarán las ideologías, los intereses políticos y económicos, el desprecio a la vida. Si no impera Dios, reina Satán. Nuestro odio y miedo le alimentan y le hacen más poderoso.
El tercer mundo, hambriento y condenado a un subdesarrollo "sostenible", mira a un primer mundo en el que guerreamos por intereses geopolíticos que tienen más que ver con los juegos de poder que con el amor de los líderes por sus pueblos. Estaremos ciegos si no lo vemos.
Occidente debe abandonar su agenda globalista y expansionista, el Islam debe abandonar su rama radical, el comunismo debe abandonar su tendencia totalitaria, Rusia debe abandonar sus miedos y beligerancia. Las economías mundiales deben coordinarse para desarrollar el mundo entero.
Occidente quiere imperar ideológica y económicamente. Impone su ideología y su intervencionismo geopolítico, mientras quiere un mundo globalizado a imagen y semejanza del capitalismo salvaje, regulador del pensamiento, la población, los neo-derechos, la deconstrucción del hombre.
El Islam radical pretende imponer su religión y su política en el mundo entero mediante la violencia y el sometimiento, fruto del semillero de terrorismo que ha brotado del intervencionismo occidental, y que ha envenenado a los jóvenes radicales con ansias de venganza.
El comunismo amenaza con arrebatar la libertad de los hombre e imponer su ideología atea y deshumanizante en que el hombre es un medio para un fin y se olvida su dimensión transcendente, individual y soberana. En una utopía cuyo único método es el totalitarismo.
Rusia, que debiera rendirse al Inmaculado Corazón de María, teme la hegemonía mundial de Occidente, y mira con recelo su intervencionismo mundial y su agenda, viendo amenazada su soberanía. Y ha reaccionado desproporcionadamente en un intento por limitar esa hegemonía.
Es lamentable lo que estamos viviendo. En un mundo de economía interconectada e intereses egoístas, todos los engranajes se mueven desde el egoísmo, el odio, la venganza y el miedo. Nadie parece dispuesto a ceder. Occidente está más preocupado por el precio del gas que por la paz.
Los que estamos a pie de calle nos volcamos con nuestro ayuda, nuestra oración y nuestra acogida, mientras nuestros líderes, desde sus palacios de cristal, envían mensajes grandilocuentes y megalómanos sin afrontar de frente los problemas reales.
Mientras haya ansias de expansión habrá guerra, sea expansión de una agenda, de un gobierno mundial, de una ideología, de una economía o de una religión. Sólo si todos los poderosos ceden será posible la paz. Y los ciudadanos tenemos derecho a ello, y el deber de reclamarlo.
Digámoslo claro. Sólo si los poderes ocultos y los líderes visibles se reúnen y renuncian a sus pretensiones desmesuradas e interesadas tendremos paz. Sólo así acabaría el hambre, la guerra por los metales en África, el terrorismo, las guerras "defensivas", el abuso económico.
¿Pedimos lo imposible? No se trata solo de que Rusia abandone Ucrania. Se trata de que el mundo entero respete la libertad y se comprometa en el desarrollo integral de los pueblos respetando los valores tradicionales y sin imponer agendas ni intereses económicos.
Al haber perdido una mirada transcendente sobre el hombre y el mundo, y al haber olvidado que todo hombre es imagen de Dios, estamos creando un mundo mezquino. Somos capaces de mucho más. El materialismo nunca jamás llenará el corazón humano, solo dejará cadáveres a su paso.
Hemos olvidado que existe el cielo, y el infierno. Dios juzgará. Más duramente a los más responsables. Si este mensaje os llega, convertíos con temor y temblor. Daremos cuenta de cada pensamiento, palabra, obra y omisión. Basta de discursos filantrópicos vacíos.
Está en nuestras manos. En las vuestras. Basta ya de esta asfixia ideológica, dejadnos respirar. Tenéis en vuestras manos los destinos de los pueblos. Sed consecuentes con ello. No queremos vivir más en la angustia ni en ninguna forma de totalitarismo, explicito o velado.
Vuestras pretensiones, vanidades y planes ocultos han causado la guerra, el hambre y la peste. Basta ya. Merecemos la paz que Cristo nos compró con su Cruz. No tenéis derecho a arrebatárnosla. Si no amáis al pueblo, marchaos. Por el bien de la humanidad. Dejad el poder.
Dios tiene paciencia, no le desoigamos. Dejemos de excluirle de nuestras vidas, de nuestras economías, de nuestras relaciones internacionales. Busquemos, como hizo Jesús, el interés de los demás. Sólo así reinará la paz.