«No temas; desde ahora serás pescador de hombres»
Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo V del Tiempo Ordinario. La primera Palabra que nos da la Iglesia es del Profeta Isaías que dice: “El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Junto a Él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo: «¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».” La Palabra nos presenta al Dios que adoramos, que es autentico, verdadero, santo. Y continúa diciendo el profeta Isaías: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo”. Hermanos, somos un pueblo de pecadores, débiles, pobres; pero los enviados de Dios, los ángeles, con una ascua nos tocan los labios y desaparecen nuestros pecados. Y la voz de Dios nos dice ¿a quién enviaré? ¿quién ira por mí? El Señor nos llama, hermanos, a decir junto con el profeta: “Aquí estoy, mándame”. ¿A quién enviaré a predicar la verdad, es decir, la santidad en medio de un pueblo pecador? El Señor te llama a ti y a mí. Ánimo hermanos, dejemos que Dios haga auténtica y llena de santidad nuestra vida.
Por eso respondemos con el Salmo 137: “Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor, daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama”. “El Señor completará sus favores conmigo”, es decir llenará nuestra vida de santidad, de autenticidad, sinceridad. Hoy el atraso de nuestro pueblo se llama hipocresía, por eso hermanos nuestro reino no es de este mundo, el Señor nos llama a la Verdad, a la Vida Eterna.
En la segunda Palabra, San Pablo nos dice: “Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis y que os está salvando: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.” San Pablo, hermanos, era un perseguidor de cristianos, era un asesino, pero la gracia de Dios le convirtió. Dios nos está invitando a acoger su Palabra, es decir, a acoger a Jesucristo.
El Evangelio de este domingo es de San Lucas. Dice que había mucha gente alrededor de Jesús escuchando la palabra de Dios y en la orilla del lago estaban los pescadores lavando las redes, porque no habían pescado nada; y el Señor le dice a Simón: “rema mar adentro y hecha las redes para pescar”. Simón le responde: “hemos estado toda la noche pescando y no hemos cogido nada, pero en tu palabra echaré las redes”. También nosotros hemos estado luchando intentando predicar y no hemos pescado nada, rememos mar adentro, es decir, metámonos en este lago, en este mar que está lleno de vida y de muerte y echemos las redes en nombre de Jesús y seremos testigos del milagro. “Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.” Hoy, hermanos, Dios nos hace una llamada, Él nos está llamando a ser pescadores de hombres, es decir, nos invita a lanzar las redes, que no es más que decir al hombre la verdad y presentarles el camino, la verdad y la vida; que es Jesucristo. “Y ellos, dejándolo todo, lo siguieron”. Dejemos todo, hermanos, abandonemos todas nuestras pretensiones, nuestro amor al dinero, a la fama; renunciemos a nuestra burguesía, a nuestro afán de llevar la razón; y sigamos al Señor.
Bien hermanos esta es la verdad que nos presenta hoy la Palabra, el Señor quiere hacernos pescadores de hombres, el Señor viene a salvarnos y se nos presenta como el único Santo. Sigámosle a Él, y tendremos Vida Eterna.
Que el Señor los bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
+ Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao