El siervo de Dios Avelino García Sánchez nació el 10 de noviembre de 1888 en Layos (Toledo). Ordenado de diácono, el 29 de mayo de 1915, de manos del cardenal Victoriano Guisasola; recibió la ordenación sacerdotal el 19 de diciembre de 1915. Tras su ordenación fue enviado, como coadjutor, al pueblo toledano de Pueblanueva. En 1918, ejerce de ecónomo de Casasbuenas. En 1919, es destinado a Bargas.
Finalmente, en 1920, comienza su ministerio en Toledo, primero como coadjutor en la parroquia de los Santos Justo y Pastor. También como sacristán menor en la capilla mozárabe de la Catedral Primada. Luego, pasará a ser sacristán mayor de la Capilla de Reyes de la Catedral, compatibilizando ambos cargos con la capellanía del Colegio de los Hermanos Maristas (“celoso capellán del Colegio”, dirán de él las crónicas).
Los Hermanos Maristas en Toledo
La cruda realidad de los hechos habla también de auténtica persecución en el caso de los Hermanos Maristas de San Marcelino Champagnat. De las cerca de cien casas que el Instituto tenía en España, en 44 de ellas hubo víctimas, 11 fueron incendiadas, muchas docenas fueron saqueadas y las profanaciones de capillas y objetos sagrados son innumerables. Si fueron 172 los Hermanos asesinados, los que conocieron las cárceles, las torturas y las persecuciones fueron varios centenares.
Los Hermanos Maristas llegaron a Toledo el 1 de julio de 1903 y abrieron las puertas de su colegio el 1 de septiembre del mismo año. De esta forma cumplían -y lo siguen haciendo- la consigna recibida por su fundador san Marcelino Champagnat: “Formar buenos cristianos y ciudadanos honrados”. Esta es la razón de ser de todo hermano marista. Y por este ideal, la Comunidad de la ciudad de Toledo fue sacrificada, en la madrugada del 23 de agosto
En la Ciudad Imperial la persecución fue sistemática, dándose situaciones idénticas que en el resto de España. Todo lo que tuviera matiz confesional o religioso se perseguía. El Colegio de los Hermanos Maristas funcionó con más o menos regularidad hasta el 18 de julio. El ambiente colegial, según alumnos que lo vivieron, era cordial; los resultados brillantes y la sintonía entre hermanos y alumnos, amistosa y familiar. Sin embargo, la intranquilidad y el miedo aumentaban cada día y en ocasiones los alumnos eran insultados y vejados a la salida del colegio.
En los primeros días de la guerra civil española, la ciudad de Toledo fue intimidada por el Gobierno de Madrid a la rendición. La Guardia Civil y la Academia, con algunos cadetes, algunas familias y unas pocas monjas de la Caridad, se refugiaron en el Alcázar el día 22 de Julio de 1936, teniendo al frente al coronel José Moscardó. Allí resistieron 70 días los bombardeos, cañonazos, hambre y toda clase de miserias.
Hechos dueños de la población, los marxistas asaltaban las casas de los que les interesaban, registraban todo, llevándose los objetos valiosos y conduciendo a la gente a la cárcel. Esta misma técnica se siguió con los Hermanos. Sonaron varias descargas, y momentos después cerca de 500 milicianos invadían el colegio.
Proceden inmediatamente a registrar y detener, rompiendo las puertas cerradas. Mientras unos acaban de registrar, otros golpean y detienen a los Hermanos y demás personal. Al portero y al camarero les permiten ir a su casa en libertad, pero los Hermanos son arrastrados a la cárcel. Algunos informantes dijeron a los milicianos que el Hno. Jean Marie Gombert era francés y éste fue apartado de sus compañeros, pero él pidió acompañarles y murió como uno de ellos. Sucedió en la madrugada del 23 de agosto.
Bajo estas líneas, pintada que se encontró dentro del Colegio al finalizar la contienda en Toledo ciudad.
Martirio cerca del Paseo del Tránsito
El 23 de julio don Avelino tuvo que abandonar su casa junto con su madre y una hermana suya, buscando acogida entre ciertas amistades, que por miedo los rechazaron. Finalmente, acudieron al domicilio de don José María Heredero, sacerdote anciano y ciego, uno de los pocos que quedaron con vida, y allí fueron bien recibidos. En el domicilio los dos sacerdotes vivieron con gran sufrimiento y dolor aquellas jornadas, pues la casa de don José María estaba muy próxima al Paseo del Tránsito, y se escuchaban los frecuentes disparos que acabaron con la vida de tantos sacerdotes y de muchos buenos cristianos. Ellos también se preparan para morir.
Al mediodía del 8 de agosto se presentan las milicias, pidiéndole que se identifique. Don Avelino confiesa:
-Soy el coadjutor de San Justo.
-Pues, entonces, vente, que te daremos un pasaporte.
Pero él sabe muy bien lo que eso significa y dice a los suyos:
-No lloréis, me voy con padre y el hermano, allí os esperaré.
Le mataron antes de llegar al Paseo del Tránsito, en la calle de Santa Úrsula. Según testigos, ya moribundo, exclamó:
-Ayúdame, Jesús mío.
Finalmente, en 1920, comienza su ministerio en Toledo, primero como coadjutor en la parroquia de los Santos Justo y Pastor. También como sacristán menor en la capilla mozárabe de la Catedral Primada. Luego, pasará a ser sacristán mayor de la Capilla de Reyes de la Catedral, compatibilizando ambos cargos con la capellanía del Colegio de los Hermanos Maristas (“celoso capellán del Colegio”, dirán de él las crónicas).
Los Hermanos Maristas en Toledo
La cruda realidad de los hechos habla también de auténtica persecución en el caso de los Hermanos Maristas de San Marcelino Champagnat. De las cerca de cien casas que el Instituto tenía en España, en 44 de ellas hubo víctimas, 11 fueron incendiadas, muchas docenas fueron saqueadas y las profanaciones de capillas y objetos sagrados son innumerables. Si fueron 172 los Hermanos asesinados, los que conocieron las cárceles, las torturas y las persecuciones fueron varios centenares.
Los Hermanos Maristas llegaron a Toledo el 1 de julio de 1903 y abrieron las puertas de su colegio el 1 de septiembre del mismo año. De esta forma cumplían -y lo siguen haciendo- la consigna recibida por su fundador san Marcelino Champagnat: “Formar buenos cristianos y ciudadanos honrados”. Esta es la razón de ser de todo hermano marista. Y por este ideal, la Comunidad de la ciudad de Toledo fue sacrificada, en la madrugada del 23 de agosto
En la Ciudad Imperial la persecución fue sistemática, dándose situaciones idénticas que en el resto de España. Todo lo que tuviera matiz confesional o religioso se perseguía. El Colegio de los Hermanos Maristas funcionó con más o menos regularidad hasta el 18 de julio. El ambiente colegial, según alumnos que lo vivieron, era cordial; los resultados brillantes y la sintonía entre hermanos y alumnos, amistosa y familiar. Sin embargo, la intranquilidad y el miedo aumentaban cada día y en ocasiones los alumnos eran insultados y vejados a la salida del colegio.
En los primeros días de la guerra civil española, la ciudad de Toledo fue intimidada por el Gobierno de Madrid a la rendición. La Guardia Civil y la Academia, con algunos cadetes, algunas familias y unas pocas monjas de la Caridad, se refugiaron en el Alcázar el día 22 de Julio de 1936, teniendo al frente al coronel José Moscardó. Allí resistieron 70 días los bombardeos, cañonazos, hambre y toda clase de miserias.
Hechos dueños de la población, los marxistas asaltaban las casas de los que les interesaban, registraban todo, llevándose los objetos valiosos y conduciendo a la gente a la cárcel. Esta misma técnica se siguió con los Hermanos. Sonaron varias descargas, y momentos después cerca de 500 milicianos invadían el colegio.
Proceden inmediatamente a registrar y detener, rompiendo las puertas cerradas. Mientras unos acaban de registrar, otros golpean y detienen a los Hermanos y demás personal. Al portero y al camarero les permiten ir a su casa en libertad, pero los Hermanos son arrastrados a la cárcel. Algunos informantes dijeron a los milicianos que el Hno. Jean Marie Gombert era francés y éste fue apartado de sus compañeros, pero él pidió acompañarles y murió como uno de ellos. Sucedió en la madrugada del 23 de agosto.
Bajo estas líneas, pintada que se encontró dentro del Colegio al finalizar la contienda en Toledo ciudad.
Martirio cerca del Paseo del Tránsito
El 23 de julio don Avelino tuvo que abandonar su casa junto con su madre y una hermana suya, buscando acogida entre ciertas amistades, que por miedo los rechazaron. Finalmente, acudieron al domicilio de don José María Heredero, sacerdote anciano y ciego, uno de los pocos que quedaron con vida, y allí fueron bien recibidos. En el domicilio los dos sacerdotes vivieron con gran sufrimiento y dolor aquellas jornadas, pues la casa de don José María estaba muy próxima al Paseo del Tránsito, y se escuchaban los frecuentes disparos que acabaron con la vida de tantos sacerdotes y de muchos buenos cristianos. Ellos también se preparan para morir.
Al mediodía del 8 de agosto se presentan las milicias, pidiéndole que se identifique. Don Avelino confiesa:
-Soy el coadjutor de San Justo.
-Pues, entonces, vente, que te daremos un pasaporte.
Pero él sabe muy bien lo que eso significa y dice a los suyos:
-No lloréis, me voy con padre y el hermano, allí os esperaré.
Le mataron antes de llegar al Paseo del Tránsito, en la calle de Santa Úrsula. Según testigos, ya moribundo, exclamó:
-Ayúdame, Jesús mío.