La Iglesia no debe buscar ventajas ni privilegios en la vida social. Ya hace tiempo que renunció a los que tenía. Lo único que quiere la Iglesia es que se reconozca por el Estado el derecho que los ciudadanos tienen a practicar su propia religión, sea la que sea. Y el Estado debe respetar este derecho, pues está fundado en la naturaleza misma del hombre, y los derechos del hombre son anteriores a los derechos del Estado. ¿Por qué la dimensión religiosa no ha de tener, dentro de una sociedad democrática, el mismo espacio de libertad para expresarse en la vida social como la tienen otras entidades? Y más, en una sociedad en la que la mayoría de los ciudadanos, católicos o no, son creyentes.
        
Lo mismo que el Estado promociona y subvenciona la enseñanza (y hay distintas clases de enseñanza) y la salud (y hay distintas maneras de recuperarla) y el deporte (y hay distintas clases de deportes) ¿por qué no ha de apoyar la promoción de la dimensión religiosa de los ciudadanos? (y hay distintas religiones).
        
Que haya colaboración no significa que haya simbiosis o confusión de competencias. Debe haber, junto con la colaboración, una separación de facultades y libertad para actuar. Pero la separación y la colaboración deben ser de verdad.
        
Al hablar de colaboración quiero decir, en primer lugar, respeto mutuo y apoyarse entre ellos cuando se trata de trabajar por el bien del pueblo y en defensa de los derechos y libertades.
        
En la separación y en la colaboración se trata sencillamente de que cada estamento reconozca sus propias competencias y reconozca las competencias del otro. Ambos están al servicio de un mismo pueblo pero desde ámbitos distintos; ambos deben servir a los mismos ciudadanos aunque el número de los mismos no sea idéntico en un caso y en otro.
        
Por parte del Estado y de la Iglesia ha de haber un gran respeto a los derechos de los ciudadanos, ejerciendo ambos su autoridad según sus propias competencias; en los ciudadanos está el punto de referencia en cuanto que son ellos los depositarios de los derechos que se deben respetar y atender desde el Estado y desde la Iglesia.
        
Quiero aportar unas ideas que me parecen importantes y sin embargo me da la impresión de que no se tienen en cuenta. Algunos creen que el partido que gana las elecciones puede gobernar a su aire, sin tener en cuenta el bien común, y legislando como les plazca.

Todos los ciudadanos tienen el mismo derecho a usar de los bienes de todos, lo mismo que las autoridades. Tanto unos como otros deben respetar el bien común; Las autoridades no tienen derecho a hacer lo que quieran, como si fuesen dueños de vidas y haciendas. El pueblo tiene el mismo derecho que las autoridades a organizar actos públicos, sean religiosos, políticos, deportivos, culturales… lo mismo que a manifestarse públicamente siempre que se cumplan las normas establecidas en función del bien común.

Soy consciente de que muchos no estarán de acuerdo en algunas cosas que estoy diciendo. Sigo opinando así mientras no se me demuestre lo contrario. Ha habido grandes dictadores que han empezado ganando unas elecciones y, a partir de ese momento se han convertido en monstruos de la humanidad. Ojo, que también en España corremos ese peligro.

José Gea