Cada año, el 13 de agosto la Iglesia celebra la memoria del martirio del sacerdote austriaco, miembro de la Compañía de María, Jakop Gapp, que vivió un tiempo en València, donde fue descubierto por agentes de la Gestapo, deportado a Berlín y asesinado por los nazis.
Nacido el 26 de julio de 1897 en la ciudad austriaca de Wattens, fue combatiente de la Primera Guerra Mundial en las filas del ejército austriaco. Con la intención de ingresar en la Compañía de María, Jakop Gapp se presentó con sencillez al superior, de esta manera: "Soy socialista y quiero ser sacerdote. Si no sirvo me lo dice enseguida y me iré a casa".
Jakop inició el noviciado en la Congregación de la Compañía de María, con cuatro compañeros más, el 29 de septiembre de 1920. El 27 de septiembre siguiente, Jakop hizo la profesión temporal y el 27 de agosto de 1925 emitió sus votos perpetuos.
Una vez ordenado presbítero el 5 de abril de 1930, en las homilías que hacía, valientes y audaces, Gapp denunciaba sin paliativos el racismo de Hitler, por lo que tuvo que huir de Austria.
En aquel tiempo Austria tenia graves problemas, y a los nazis les convenía fomentar el malestar social, del cual podían sacar un buen rédito, ya que no había ni ayudas oficiales a la población ni tampoco subsidio de paro. El país tenía 300000 obreros sin trabajo, y el paro, que en 1931 era del 15,4%, en 1934 había subido al 24,1%, el segundo más grave de Europa después del de Holanda.
El P. Gapp, que no era economista, intuía que el nazismo no era la solución al problema del paro. Al contrario: Jakop sentía "horror y disgusto" por los presupuestos ideológicos del nazismo, como ya habían denunciado, el 7 de febrero de 1942 los obispos austriacos, en una carta pastoral donde condenaban el nacionalsocialismo "como el mal de nuestro tiempo".
Es verdad que en su denuncia, Jakop Gap no siempre se vio comprendido. Incluso hubieron algunos que decían que Jakop exageraba, tanto en su defensa de los pobres como en la denuncia del nacionalsocialismo. Pero Jakop decía que él no podía callar: "La verdad siempre es la verdad".
Por eso cuando el director del colegio le pidió prudencia, Gapp le respondió: "Mire, conmigo no cuente. Yo continuaré hablando claro. Y si molesto, pediré el cambio a otra comunidad". Y es que el director del colegio por "sobrevivir" y disimular, dijo que pondrían la fotografía de Hitler, que harían el saludo nazi y que se pondrían la cruz gamada. "Lo que haga falta". A lo que Gapp respondió: "Nunca llevaré yo una esvástica".
Así las cosas, el 18 de marzo de 1938, el P. Gapp se trasladó a Freistadt. En el viaje a esta ciudad, y ante el entusiasmo de la gente por el nacionalsocialismo el P. Gapp no tuvo ningún inconveniente en decir que él no podía manifestar "ninguna simpatía por el nuevo régimen". Más aún, Jakop decía que se habían de amar los judíos, los checoeslovacos y los comunistas.
Como la cocina del instituto atendía a los alumnos internos, el P. Gapp se propuso dar de comer gratuitamente a treinta o a cuarenta personas en paro. Denunciado y seguido por la Gestapo, Gapp tuvo que huir a Francia, y el 23 de mayo de 1939 pasó por Irún a España.
Después de vivir en diversas comunidades marianistas, el P. Gapp llegó a València el 14 de septiembre, para dar clases en el colegio El Pilar, de los religiosos marianistas, de donde fue profesor de latín y de alemán. También en València, en sus homilías de les misas, criticaba duramente el nazismo, afirmando la incompatibilidad que había entre la ideología nazi y la fe cristiana.
Al P. Jakop, en medio del ambiente del nacionalcatolicismo de la España franquista, le parecía absurdo que "el pueblo español católico pudiese seguir ciegamente a la Alemania nacionalsocialista".
Es evidente que en la capital del País Valenciano, y a pesar de la distancia con Alemania, Gapp resultaba incómodo para el nazismo. De aquí que los dirigentes nazis urdiesen una trama infame, para atrapar al P. Jakop Gapp y así acabar con él. ¿Tan peligroso era Gapp para el III Reich? Cuando Himmler , jefe supremo de la Gestapo leyó el interrogatorio que se le hizo al P. Gapp, dijo: "Con un millón de hombres como Gapp, pero de nuestra ideología, dominaríamos el mundo". Y es que Gapp fue un hombre libre y por eso fue perseguido por la Gestapo, la implacable policía secreta nazi, hasta que consiguió la muerte de este religioso marianista.
En València, una homilía suya ante la colonia alemana, despertó la ira de la Gestapo. Así, como no podían detenerlo en España, prepararon una sofisticada trampa para llevarlo a Hendaya. El 1942, dos jóvenes alemanes, que fingieron ser judíos perseguidos por el nazismo, llegaron al colegio El Pilar de València y pidieron ayuda a Gapp. En su extrema solicitud por ayudar a los más necesitados, Gapp se interesó por ellos, naciendo así una amistad, de la cual se aprovecharon aquellos desaprensivos falsos judíos.
Para poder detenerlo, aquellos dos intrusos invitaron a Gapp a ir a San Sebastián y una vez allí, con engaños y mentiras lo hicieron pasar a Hendaya, donde fue arrestado por la Gestapo, de la cual eran miembros aquellos dos intrusos que se habían hecho pasar por judíos.
De Hendaya trasladaron a Gapp a París, y de allí a Berlín. Gapp fue condenado a muerte por un tribunal popular, acusado de traición, y fue decapitado en la guillotina, el 13 de agosto de 1943. El 24 de noviembre de 1996, Jakop Gapp fue beatificado por el papa Juan Pablo II.
En una carta que escribió a sus primos el mismo día de su ejecución, Gapp explicaba con detalle su detención y la condena: "Me detuvieron en territorio francés el 9 de noviembre del año pasado (1942) me llevaron a Berlín y finalmente me han condenado a muerte el 2 de julio. No os aflijáis por mí. Tened ánimo y soportadlo todo por amor a Dios. Rezo por todos. También rezo por mi patria".
En la biografía de Gapp, "No cederé", y también en el libro "Santiago Gapp. Pasión por la verdad frente al nazismo", que ha escriot el P. José Mª Salaverri, se nos presenta Jakop Gapp como un mártir de la fe, por la defensa de la dignidad de las personas y de la libertad. Y es que Gapp fue un luchador a favor de los derechos humanos, conculcados atrozmente por la barbarie nazi.
Josep Miquel Bausset