¡Ite missa est!: esta es la misión. En el rito latino tradicional, las misas terminaban con una llamada de exaltación de la misión que tenemos todos los cristianos: propagar la fe. Pero no confundamos propagar la fe con hacer propaganda de la fe. La misión la podemos entender a través de las parábolas del Reino, sobre todo con la parábola de Sembrador. Nosotros somos los portadores de la Semilla del Reino y la lanzamos a todas las tierras por donde pasemos. No se trata de hacer crecer las Semillas, que es una obra conjunta del Espíritu Santo y quien la recibe. Pero hagámonos una pregunta crucial ¿Tenemos Semillas del Reino para lanzar? No se trata de costumbres, apariencias o eventos de diversión. Se trata de algo que sobrepasa todo lo cotidiano. Se trata de lanzar la Semilla que hace posible que el Reino de Dios crezca en el ser (completo) de quien la recibe.
Lanzar la Semilla es una misión externa. Recibir la Semilla con humildad y apertura al Espíritu, es una misión interna. Interna en dos niveles: interior a nosotros mismos e interior dentro de la comunidad en donde vivimos la fe. ¡Ah! ¿Pero tenemos una verdadera comunidad de fe? Ese es otro problema. En la mayoría de los ámbitos católicos, lo que tenemos son colectivos socio-culturales de perfil religioso. La misión externa busca marcar una diferencia en el ámbito del mundo, la sociedad y/o el entorno social en que vivimos. Sin embargo, es importante reconocer que las misiones externas no son posibles sin desarrollar primero una misión interna. Sin combustible, nuestro vehículo no irá muy lejos. En otras palabras, uno debe tener un sentido de propósito y dirección dentro de uno mismo antes de poder perseguir objetivos externos de manera efectiva.
Una misión interna se refiere a los sentimientos, fe y voluntad personal de cada individuo. Es la base sobre la que se construyen verdaderas comunidades cristianas y después, se pueden abordar las misiones externas. Sin un sentido claro de la misión interna de uno, es fácil perderse o abrumarse cuando salimos a propagar la fe en el mundo. De hecho, las personas que carecen de un sentido de misión interna pueden lograr algún éxito externo pero al mismo tiempo, sentirse insatisfechas con lo que está haciendo. Falta el sentido profundo que confiere la Semilla que crece en el interior de nuestro ser.
Por lo tanto los beneficios de tener una misión interna sólida es que proporciona claridad, dirección y sentido. Cuando una persona tiene un sentido claro de sus emociones, fe y voluntad, es más capaz de tomar decisiones y establecer metas que se alineen con su misión interna. En ciencia y tecnología, esto se llama estar en sintonía, establece sinergias positivas. Esto, a su vez, nos ayuda a enfocar nuestra energía espiritual y esfuerzos de manera significativa.
Además, tener una misión interna sólida puede ayudar a las personas a mantenerse motivadas y resilientes frente a los desafíos que le mundo nos plantea constantemente. La misiones externas de evangelización a menudo son complejas y agridulces. Sin embargo, cuando las personas tienen un fuerte sentido de propósito y dirección dentro de sí mismas, está abierta a la acción del Espíritu Santo y es más probable que perseveren frente a los obstáculos.
Finalmente, tener una misión interna fuerte también puede contribuir a un sentido de realización y satisfacción en la vida. Esto, a su vez, puede conducir a una mayor felicidad y bienestar general. Pero no pensemos en la felicidad con estar siempre con una sonrisa de dentífrico colgada en la cara. Ponerse esa careta es propaganda, fachada, apariencia, falsedad oculta. La felicidad es sentido y solidez espiritual. Seremos bienaventurados, es decir felices, cuando seamos “perseguidos por causa de la justicia” ¿Por qué? “…porque de ellos es el Reino de los Cielos”. No se nos pase que estamos hablando de que crezca la Semilla del Reino en nosotros. También: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa" (Mt 5, 10-11) No creo que quien esté siendo perseguido, injuriado, olvidado, maltratado, pueda mantener mucho tiempo la careta de felicidad aparente. Terminará tirándola y alejándose de la fe. Es decir, el camino que se conforma con las pisadas del Señor no le llenará internamente.
En conclusión, si bien la misión evangelizadora externa es esencial en grado sumo, no es posible sin desarrollar primero una misión espiritual interna sólida. Al tomarse el tiempo para reflexionar, meditas y orar sobre las virtudes, fe y voluntad, las personas pueden desarrollar un sentido de propósito y dirección que las guiará a que la evangelización externa les llene de sentido y verdadera felicidad. En última instancia, una misión interna sólida puede proporcionar claridad, motivación y satisfacción, lo que la convierte en un componente esencial de cualquier vida exitosa y significativa.