Tener el corazón o el alma hecha pedazos. Una expresión que grafica muy bien cuando cargamos el peso del dolor por alguna desdicha que haya golpeado nuestra vida.
Pero hoy no hablaré del sentido figurado sino del literal. No de corazón o el alma sino de los cuerpecitos de bebés hechos pedazos cuando son abortados y de la manera como la compañía Planned Parenthood se lucra al vender las extremidades como si fueran cualquier tipo de mercancía.
Lo hacen a sabiendas de que la compra y venta de tejidos humanos fetales representa un delito federal en Estados Unidos. Curioso también que algunos medios hayan ignorado o negado la noticia.
La evidencia salió a la luz el pasado 15 de julio, en un video difundido por el Center for Medical Progress CMP, en el que se mostró cómo Deborah Nucatola, directora médica de esta compañía, hablaba de la venta de órganos de niños abortados mientras comía una ensalada en un lugar público: “nos hemos vuelto muy buenos en sacar corazón, pulmón, hígado, porque sabemos eso, así que no voy a aplastar esa parte, voy básicamente a aplastar más abajo, voy a aplastar más arriba, y voy a ver si puedo tenerlo todo intacto”. Y aseguró que si no se venden estos órganos serían “un completo y total desperdicio”.
Y luego comenzaron a negociar el precio de los restos de estas criaturas: entre 30 y 100 dólares por espécimen.
Días después Cecile Richards, presidenta de Planned Parenthood, negó los hechos, pero el mismo día fue difundido otro video en el que Mary Gatter, presidenta de del consejo de directores médicos de esta compañía, en el que negociaba el precio de estas pequeñas extremidades: “¡Quiero un Lamborghini!”, dijo entre bromas. Y luego señaló: “tiene que ser lo suficientemente grande para que valga la pena para mí”.
Algunos defienden esta multinacional diciendo que con la venta de estos órganos se invierte en investigaciones científicas. Nada justifica que se incurra en este delito federal en el que además, se viola el consentimiento de tantas mujeres que manipuladas y muchas veces confundidas, acuden a este lugar para terminar (no interrumpir) su embarazo. La venta de las partecitas del cuerpo humano entra así a engordar los bolsillos de Planned Parenthood para seguir financiando el lobby abortista en Latinoamérica, aprovechándose de la situación de pobreza e ignorancia de un pueblo que necesita más recibir formación sobre el amor verdadero, el respeto (y no la cosificación) de la mujer, que de técnicas para practicarse un “aborto seguro”.
Muchas personas hemos quedado con el corazón hecho pedazos al pensar que estas pequeñas vidas humanas, comienzan a hacer parte de la cultura del descarte para que luego sus cuerpos sin vida sean objetos de mercancía que lucran la industria del aborto, que elimina tantas vidas y deja a tantas mujeres con la honda tristeza de haberle negado a su hijo el derecho de venir a este mundo.