Si quieres que Dios te hable, no esperes que te mande un WhatsApp. Él tiene un medio mucho más íntimo y personal: la oración.
La oración es el lenguaje del corazón, el espacio donde Dios te habla y te escucha. Pero para poder conectar con su voz, te hace falta tiempo y silencio. No debemos estar siempre pendientes de lo que pasa en el mundo, de lo que dicen los demás, o de lo que nos distrae o entretiene. Necesitamos buscar un momento día a día para estar a solas con Dios, y abrirle nuestro corazón con sinceridad.
Cuando oras, Dios te susurra al oído, te abraza, te corrige, te anima, te ilumina, te guía. Te muestra lo que sueña para ti, lo que te hace bien, lo mucho que te ama. Pero para escucharle, tienes que estar atento, y no dejar que el ruido del mundo te distraiga de su voz. No es fácil oír su voz, y mucho menos con la cantidad de ruido que tenemos por dentro y por fuera. Por eso es tan necesario hacer silencio, y aquietar nuestro corazón en Dios. Requiere práctica. Pero te aseguro que, poco a poco, empiezas a entender el lenguaje de Dios. Y acabas sabiendo ver cómo te habla, y al final eres capaz de verle en cada cosa, en cada hombre, en cada acontecimiento.
Por eso, te propongo que pruebes a orar cada día, aunque sea un rato. Verás cómo Dios te habla, y cómo tu vida se transforma. Porque Dios no defrauda.
Y recuerda: la oración no es algo que le debas a Dios, ni mucho menos algo que Él necesita. Somos nosotros los que necesitamos orar para poder discernir y hallar la paz en este mundo.