Debería pasar en toda democracia que se precie de ser tal pero para efectos reales sucede sólo en algunos países del mundo: los ciudadanos deciden libremente que una parte de sus impuestos quede destinada a la financiación de su propia religión y el Estado canaliza esas aportaciones a la religión que el ciudadano lo desea. No se trata, por tanto, de que el Estado financia a la Iglesia, como no pocas veces se hace correr la voz, sino simplemente que se facilita que parte del dinero de los ciudadanos vaya a donde los mismos ciudadanos libremente lo desean.
Uno de los países donde pasa esto es Italia. Datos de 2015 (relativos a la declaración de impuestos 2014) del Departamento de Finanzas del Ministerio de Economía revelan que en ese país el 37% de los contribuyentes opta concretamente por la Iglesia católica como beneficiaria de recursos. Apenas un 2% de los que pagan impuestos decide financiar partidos políticos.
Traducido en cifras ese 37% equivale a más 18.929.945 contribuyentes de un total de 41.320.548 y a más de mil millones de euros (1,245 para ser más exactos). La Iglesia católica no es la única opción religiosa elegida libremente aunque sí la que más italianos prefieren (la iglesia evangélica valdense tiene un 1,46% equivalente a 40,2 millones de euros; la Unión de Comunidades Hebreas Italianas posee un 0,21% equivalente a 5,8 millones de euros; la iglesia evangélica luterana tiene un 0,15% que equivale a 4,1 millones de euros; la Asamblea de Dios en Italia tiene un 0,12% equivalente a 1,5 millones de euros).
El 2% de los contribuyentes que financian partidos políticos suponen apenas 16,518 personas de un total de 40,989,567. Eso significa 325 mil euros a los partidos políticos de entre los cuales los más elegidos son el PD (elegido por 10,157 personas, lo que supone 199,099 euros), la Liga Norte (elegido por 1,839 personas, lo que supone 28,140 euros) y una serie de más partidos elegidos minoritariamente.
¿Y qué hace la Iglesia católica con esos dineros? Literalmente milagros: da mantenimiento a sus templos y dependencias, sostiene al clero, ayuda a países en vías de desarrollo y, sobre todo, impulsa y mantiene miles de iniciativas sociales (escuelas, dispensarios, hospitales, orfanatos, comedores sociales, etc.) en favor de los más pobres. Todos esos «milagros» tienen nombre y rostros. Por eso, en un interés de máxima transparencia, la Iglesia católica refleja todo esa labor poniendo los testimonios de algunos de los que se benefician de su acción espiritual, humana y pastoral mediante «Pregúntaselo a ellos» («Chiedilo a loro»: http://www.chiediloaloro.it/). Una webanáloga de transparencia es la que tiene la Iglesia católica en España (véasehttp://www.portantos.es/xtantos2015/).
Cuando el tema de las subvenciones a la Iglesia católica emerge en algunos países de marcado cariz anti cristianos (por ejemplo México o Francia, por poner sólo un par de ejemplos), los adalides del laicismo alzan la voz no pocas veces desde las agrupaciones políticas de izquierdas. Se arguye que el Estado no pude financiar a la Iglesia olvidando que no se trata de que lo haga el Estado: se trata simplemente de que el Estado facilite que sus ciudadanos decidan a dónde quieren destinar sus impuestos. Curiosamente no se pone en duda las millonarias subvenciones que –sin consultar a los contribuyentes– perciben las agrupaciones políticas. Sería interesante promover iniciativas también en esa dirección. Así tal vez los partidos políticos valorarían más los dineros de sus ciudadanos.