Se llama Shane Clairborne, tiene mi edad, 33 años, y he tenido el gusto de conocerlo este verano en Home Focus, en una serie de charlas que recomiendo a quien hable inglés, dadas en las convivencias de la anglicana HTB donde han asistido 1.800 parroquianos, en Suffolk, Inglaterra.
Siendo estudiante de Teología, en su desconocimiento y osadía, consiguió el teléfono de Madre Teresa, habló con ella y se fue a Calcuta a pasar un verano trabajando entre los más pobres. A la vuelta pasó un año trabajando en Willow Creek, probablemente la iglesia evangélica más influyente de los EE.UU, lo que le supuso un auténtico shock personal por el contraste con Calcuta.
Es el perfecto ejemplo de la posmodernidad de la que vengo hablando en los últimos blogs. Se considera a sí mismo un radical ordinario, porque lo ordinario en la Iglesia debiera ser que todos fuéramos radicales. Su mensaje es conmovedor, predica la no violencia, la comunidad evangélica en la que todo se comparte y vive en comunidad; guarda el celibato y comparte todo con los pobres, en el más marginal de los barrios de Philadelphia.
Movido por esta radicalidad ha fundado una comunidad, The Simple Way- El Camino Sencillo- que tiene resonancias de los Hechos de los apóstoles, Madre Teresa y de toda la cultura popular de hoy en día en los Estados Unidos, la cual se ha reproducido mediante comunidades hermanas por todo el país norteamericano como un reguero de pólvora.
En The Simple Way viven aquello de los primeros cristianos con todo en común, abiertos a los más necesitados. Algo parecido a lo de Kiko Argüello cuando se fue a vivir a las Barranquillas. Dicen que han fundado un nuevo monasticismo urbano, en el que conviven católicos, protestantes, mendigos, universitarios, familias y todos los que nos podamos imaginar.
El seguimiento radical de Shane Clairborne le ha llevado a ser arrestado por defender a los sinhogar, a vivir como escudo humano voluntario en Iraq, a tender puentes de fraternidad entre iglesias separadas y a dormir con los homeless de Chicago y Philadelphia.
Su mensaje es incómodo, no cree en la sociedad opulenta en la que vivimos ni en los modelos culturales religiosos que nos permiten acallar nuestra conciencia con dar a los pobres pero sin entrar en contacto, léase en comunidad, con ellos. Pero escucharle no es incómodo, pues lo suyo no es la denuncia de palabra sino de obra; doy fe de que muchos acabamos llorando al oír sus historias sobre Madre Teresa, San Francisco de Asís, los pobres de su barrio, y su ideal de seguimiento de Cristo.
Tiene anécdotas geniales, como la de las numerosas veces en las que le han impedido entrar en los recintos donde él iba a dar una conferencia, pensando que era un desarrapado. Como Gandhi, y como san Pablo, le gusta tejer su ropa y viaja ligero de equipaje, sin maleta (como Jesucristo envió a sus discípulos).
En una ocasión, fue detenido por dar de comer a los pobres en un parque público de Philadelphia, y renunció a tener un abogado, pidiendo que un sinhogar le defendiera. El sinhogar se levantó y dijo, “Señoría, Shane es inocente, eso es todo lo que tengo que decir” Y efectivamente fue absuelto, en nombre de las libertades y la constitución americana.
He aquí algunas perlas que me he permitido sacar de su libro “La revolución irresistible”
“ Mi objetivo es proclamar la verdad en el amor. Hay mucha gente que proclama la verdad sin amor, y hay mucha gente hablando del amor sin mucha verdad.”
“me da pena que tantos se hayan conformado con un mundo solitario de independencia y riquezas, cuando todos podemos experimentar la plenitud de la vida en comunidad y la interdependencia […] a veces casi me siento egoísta por el don de la comunidad”
“si preguntas a la mayoría de la gente en qué creen los cristianos, te pueden responder: “creen que Jesús es el hijo de Dios y que resucitó de entre los muertos”, pero si preguntas a la persona de la calle, cómo viven los cristianos, se quedan callados sin respuesta. No hemos mostrado al mundo otra manera de vivir la vida. Los cristianos son básicamente igual que los demás, simplemente se aderezan con un poco de Jesús en el camino. Y la doctrina no es muy atractiva, incluso aunque sea verdad.”
Verdaderamente Shane no ha descubierto la pólvora, de hecho es un gran admirador de los religiosos y religiosas radicales de los que podemos hacer gala en la Iglesia católica. Tampoco es justo decir que la gente no se toma en serio su cristianismo, pero, seamos un poco autocríticos: ¿cuántos sinhogar conocemos?; ¿cuánto dinero y tiempo nos queda por dar hasta que podamos ser santos?;¿realmente necesitamos coches tan caros y televisiones de 40 pulgadas?;¿qué parte de responsabilidad tenemos en la redistribución de la riqueza en el mundo?
Lo interesante es descubrir que, igual que siguiendo el consejo de Madre Teresa, él descubrió su Calcuta en los EE.UU., nosotros podemos nuestras Calcutas en España y allá donde nos encontremos.
El problema es que Shane expresa un cristianismo auténtico que la mayoría de nosotros intentamos evitar, porque el coste es demasiado grande.
Su insatisfacción con la sociedad en la que vive, y su análisis de una iglesia que en el fondo, y con honradas y a veces numerosas excepciones, se distingue muy poco de la sociedad en la que vive- en lo que se refiere a valores de materialismo, consumismo e individualismo- resuena fuertemente en mí.
En el fondo la Iglesia de nuestros días no resulta incómoda más que cuando habla de moral. Yo también, como dice Shane “he conocido a muchos fundamentalistas selectivos” y en el fondo me temo que soy uno de ellos, pues no me atrevo a dar el paso definitivo de venderlo todo y romper con la comodidad que me ofrece esta sociedad tan desintegradora de lo genuinamente humano en la que vivimos.
(Bienaventurados los hacedores de la paz. Los nuevos monásticos)
Y en cuanto a Shane, seguro que comentando este blog muchos encontrarán mil defectos a su persona, su cristianismo, su nuevo monasticismo urbano e incluso sus ideas políticas. Pero a mí me interpela y me refresca saber que hay gente como él, y no me siento en la necesidad de sacarle defectos para no escuchar un mensaje que es nuevo como el Evangelio mismo.