Catecismo Católico
Presentación
Entre las devociones con que el pueblo católico honra a la Virgen María sobresale la del Santo Rosario. Múltiples son las razones de esta afirmación debido a las profundas raíces del Rosario en el alma del pueblo cristiano: para orar por un difunto, para pedir por una necesidad, para ejercitar la oración en familia, etc.
El Santo Rosario tiene una base escriturística amplia y sólida ya que sus misterios y oraciones están tomados de textos bíblicos; es un resumen del Nuevo Testamento. Difícilmente se puede encontrar una síntesis más armónica de oración mental y vocal que el Rosario. En él se ora con los labios, se medita con la mente y se ama con el corazón. La historia de la salvación está perfectamente presentada en sus momentos culminantes en los misterios del Santo Rosario.
El Avemaría
Hasta finales del siglo XII no hay nada destacable sobre el rezo del Avemaría. Las homilías de los Santos Padres y los cánones de los Concilios recomendaron mucho la recitación del símbolo de la fe, el Credo, y la oración dominical, pero el Avemaría no aparece recomendada hasta finales de dicho siglo. A veces se encuentran citados casos esporádicos sobre el rezo del Avemaría en aquella época.
San Pedro Damián (10071072) narra el caso de un religioso que todos los días iba ante el altar de la Virgen y le cantaba la salutación angélica. En la crónica de San Bartolomé de Carpineto se lee que el monje Oliverio murió recitando la salutación angélica, lo cual también consta de otro monje, Reinaldo de Clairvaux, en tiempos de San Bernardo, que tenía sus delicias en repetirla. San Ayberto, que murió en la primera mitad del siglo XII, recitaba cada día cincuenta Avemarías. Y así otros casos más.
Solamente hay una disposición de carácter general, en que Eudes de Sully, obispo de París en 1298, ordena a los presbíteros que se enseñe y sea aprendido por los fieles el rezo del Padrenuestro, el Credo y la ‘salutación’ a la Bienaventurada Virgen María. Se desconoce el efecto que esto tuvo en la Diócesis de París, pero se diría que el terreno se iba haciendo propicio para el rezo del Avemaría. Como puede verse, el rezo del Avemaría no era usual, sino esporádico.
Santo Domingo de Guzmán
Domingo de Guzmán (11701221) era un monje español oriundo de Caleruega, en la provincia de Burgos, quien viajó al sur de Francia para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia Católica por la herejía albigense, la cual enseña que, según los albigenses, existen dos dioses, uno del bien y el otro del mal. El bueno creó todo lo espiritual y el malo lo material. También negaban todos los Sacramentos, así como que María es la Madre de Dios.
Domingo trabajó por años entre los albigenses y dio inicio a la Orden religiosa de los Dominicos en un convento que se encontraba en Proville, junto a una capilla que dedicó a la Santísima Virgen. Fue precisamente en esa capilla en donde Domingo le suplicó a la Virgen María que le ayudara, pues sentía que no estaba logrando casi nada.
También fue en la misma capilla donde la Virgen se apareció a Santo Domingo y le enseñó a rezar el Rosario. Le dijo que propagara esta devoción y que la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la fe. Santo Domingo salió de la capilla lleno de celo, predicó el rezo del Rosario con gran éxito, por lo que muchos albigenses volvieron a la fe católica.
Santo Domingo se dirigió entonces a la Catedral de Toulouse, donde al sonar las campanas le gente se reunió para escucharle. Cuando Domingo iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y truenos, y un viento muy fuerte lo cual hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los brazos hacia el cielo. Entonces Domingo empezó a rezar el Avemaría y la tormenta terminó.
En otra ocasión, Santo Domingo dio un sermón en la Iglesia de Notre Dame de París, pero antes de empezar rezó el Rosario y, en lugar del sermón, habló de la devoción del Santo Rosario. La gente ahí presente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y así dejar atrás sus malos hábitos.
Santo Domingo de Guzmán murió en 1221, después de una vida dedicada a predicar y a hacer popular la devoción del Rosario entre gente de todas las clases sociales.
El Santo Rosario
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo de ofrecimiento de sus corazones.
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo romano con su cabeza adornada por una corona de rosas, como símbolo de la entrega de sus corazones al ir al encuentro con Dios. Por la noche los cristianos recogían las coronas y, por cada rosa, recitaban una oración por el eterno descanso del alma de las mártires.
Por todo ello, la palabra ‘Rosario’ significa ‘corona de rosas’, pero en este caso dedicada a la Virgen María.
El rezo del Santo Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado. Hasta que en 1349 hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ‘la peste negra’, en la que murieron miles de personas. Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia en donde había comenzado la devoción del Rosario, tuvo una aparición en la cual Jesús, la Virgen María y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario.
El padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la debida aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió por toda la Iglesia.
La institución de la festividad del Santo Rosario
El 7 de octubre de 1571 tuvo lugar la batalla naval de Lepanto, en la cual los cristianos derrotaron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla su religión podía peligrar, y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen.
El Papa Pío V pidió entonces a los cristianos rezar el Rosario por el éxito de la flota cristiana. En Roma estaba el Papa despachando diversos asuntos cuando, de repente, se levantó y anunció que la flota cristiana había salido victoriosa, por lo que ordenó el toque de campanas y una procesión. Días más tarde llegaron a Roma los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano.
A pesar de que Pío V había instituido la festividad de ‘Nuestra Señora de las Victorias’ el 7 de octubre, un año más tarde el Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la festividad por el de ‘Nuestra Señora del Rosario’ y determinó que se celebrase el primer domingo de octubre de cada año. Actualmente esta festividad se celebra cada 7 de octubre, aunque algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes de octubre,
El Rosario como objeto devocional
Es obvio que en tiempos de Santo Domingo no existía el Rosario como objeto devocional tal como lo conocemos hoy. No obstante existía un tipo de ‘contador’ para el rezo del Padrenuestro y de las Avemarías, que llevaba las cuentas a la vista.
Tal ‘contador’ era muy usado por los dominicos, pero es de uso anterior a la fundación de la Orden y figuraba en estatuas y en sepulcros, aunque con diez o doce cuentas solamente. Estas cuentas eran corredizas y otras estaban formadas por nudos, llamados ‘hilos de cuentas’. Ambas fueron usadas para el rezo del Rosario, ya que éste no tuvo su propio objeto devocional hasta que se estableció ya la fórmula rosariana. Actualmente el objeto devocional del Rosario tiene cincuenta y nueve cuentas, entre las del Credo (1), las Avemarías (53) y los Padrenuestros (5).
El rezo del Santo Rosario
Como dijimos antes, el rezo arrodillado del Santo Rosario era una práctica legislada por el propio fundador de la Orden de los Dominicos, Santo Domingo. Pero no sólo con él florece y se extiende el rezo del Ave María, sino que va a florecer en forma de ‘quincuagenas’, que es el número de cuentas del Rosario ya en su primera época. Las genuflexiones que se hacían y a las que se acompañaba por lo general el rezo del Ave María, era normalmente de cincuenta cuentas o múltiplos de este número.
En la actualidad el rezo del Santo Rosario se efectúa del siguiente modo:
.- Señal de la Cruz
.- Credo
.- Tres Avemarías
.- Gloria
.- Misterio
La oración recomendada por la Virgen en su aparición en Fátima para rezarla después del Gloria de cada uno de los cinco misterios es:
‘Oh Jesús, perdona nuestras culpas. Líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas de tu misericordia. Amén.’
Los misterios del Rosario y el día aconsejado para rezarlos son:
.- Misterios gozosos (lunes y sábado)
.- Misterios luminosos (jueves)
.- Misterios dolorosos (martes y viernes)
.- Misterios gloriosos (miércoles y domingo)
Cada grupo de misterios tiene cinco misterios individuales, de acuerdo al significado del grupo. Al final de los misterios se rezan las Letanías de la Santísima Virgen, lo cual constituye el final del rezo del Rosario.
El Rosario y los Pontífices
A lo largo de los siglos los Papas han fomentado la pía devoción del rezo del Rosario, e incluso se han otorgado indulgencias.
El Papa dominico San Pío XI (15661572) dio el encargo a su congregación de propagar el rezo del Santo Rosario. Su Santidad León XIII (18781903) escribió doce encíclicas referentes al Rosario, por lo cual mereció el título de ‘El Papa del Rosario’.
Ya en el siglo XX Su Santidad Juan Pablo II insistió en el rezo del Rosario en familia, en grupos e incluso en privado. Pidió que se invitara a todos a rezarlo y a no temer el compartir tan hermosa devoción, que es una catequesis de la fe.
Conclusión
La importancia del rezo del Rosario como medio eficaz para los creyentes, ha sido confirmada no sólo por los Pontífices, sino por la propia Virgen María. Es la oración de los sencillos y de los grandes, y está al alcance de todos, en todo tiempo y lugar.
El Santo Rosario honra a Dios y a la Santísima Virgen de un modo especial. En Lourdes la Virgen llevaba un Rosario en las manos cuando se le apareció a Santa Bernadette. Y también llevaba un Rosario cuando se apareció a los tres pastorcillos de Fátima, en donde ella misma les reveló a los niños su propio título: ‘Nuestra Señora del Rosario’.