Voy a ofrecer unos pocos artículos sobre las relaciones de la Iglesia con la sociedad de cualquier signo que sea. Con frecuencia se habla del poder que tiene la Iglesia en la sociedad. Pero más que de poder, se trata de la audiencia que tiene ante un sector de la sociedad que es el pueblo cristiano; y no sólo ante el pueblo cristiano, sino también ante un gran número de gente no cristiana.
No creo que hayamos de ver en la Iglesia un poder fáctico paralelo al poder político; lo que no se puede negar es que su prestigio está basado en el sentido moral del pueblo, en sus criterios y convicciones religiosas. Es posible que a alguien no le guste que lo tenga, pero qué le vamos a hacer, está ahí.
La fuerza social de la Iglesia, más que en los obispos, está en el pueblo y en sus convicciones. Si no estuviese en el sentir del pueblo, el eco que despiertan las declaraciones de los obispos no tendría la relevancia que tiene, o tendría el poco que tiene ante quienes no sienten en cristiano. Se trata de las convicciones religiosas y morales sobre temas como trascendencia, moralidad, libertad, respeto a la vida, religiosidad, dignidad de la familia, rechazo de la violencia...
Los que rigen los destinos de la nación no deben ver en las actuaciones de los obispos una injerencia en asuntos que no les conciernen, ni un pulso al gobierno; más bien deberían tener en cuenta el sentir y la realidad de ese pueblo, los valores que sustenta y sus convicciones religiosas y morales. Un buen gobernante debiera tener en cuenta esa realidad a la hora de tomar decisiones, en vez de pretender silenciar la voz de quienes tienen la misión de orientar a ese grupo religioso.
Los políticos han de hacerse a la idea de que la Iglesia tiene el deber de estimular a los católicos a actuar en la vida política. Si una de las funciones de la Iglesia es impregnar el mundo con el espíritu del Evangelio, ¿cómo lo va a conseguir si los católicos no entran en el juego político? ¿Cómo puede resignarse a dejar en manos de los no católicos la marcha de la sociedad? ¿Son los no cristianos los que van a poder hacer un mundo más cristiano? No puede olvidarse que hay un número notable de ciudadanos que piensan y sienten en cristiano y cuyas creencias son tan válidas como las de otros grupos dentro del juego democrático.
Aunque no haya un partido político cristiano, no olviden nuestros dirigentes que sí que hay cristianos en los partidos; y deben formar piña cuando están en juego valores fundamentales de la persona y de los grupos. Y esos valores, básicos en la vida social, deben ser fomentados por cristianos y no cristianos. Supongo que esto que estoy diciendo no les va a gustar a ciertos grupos; lo siento pero esto es así. Los votos no dan la verdad y la verdad es única; lo siento, pero también es así.
José Gea