El pobre es profético. Llama a un cambio. Llama a un nuevo estilo de vida, al encuentro y a la fiesta, a compartir ya perdonar. El rico tiene miedo y se encierra en su riqueza y en su soledad, en su hiperactividad y sus tiempos de ocio.

El rico rechaza al pobre porque éste lo llama a un encuentro de cariño, de corazón a corazón. El rico no sabe si es capaz de responder a este llamado. Es instruído, inteligente; ha desarrollado toda su capacidad de eficacia y de razonamiento, pero su corazón está subdesarrollado, atrofiado. ¿Tiene miedo tal vez?

Este encuentro de corazón a corazón no es sentimentalismo, ni una emoción pasajera, ni romanticismo, ni una experiencia de sexualidad. Es un encuentro profundo, un compromiso, un compartir, un verdadero interés por el otro. Está hecho de delicadeza, de fuerza, de confianza en el otro y de agradecimiento por sus dones.

Para salir de su soledad, de la prisión en que se ha encerrado, el rico tiene necesidad del pobre. El peligro que lo acecha es el de la autosuficiencia y el encierro en sus seguridades, su ciencia y su poder. El pobre viene a molestarlo.


Jean Vanier
Acoger al pobre es acoger a Jesús