El cura de mi parroquia contó un día esta anécdota:
"Estaba yo dando catequesis a un grupo de niños. Un día les pregunté: ¿Qué hay que hacer para amar más a Dios? Nadie respondía, hasta que uno de ellos, más espabilado que el resto, se lanzó y dijo con aire desenfadado: Pues ¡rozarse!"
El chaval dio en el clavo. Siempre se ha dicho que el roce hace el cariño, y cuando el cariño crece se convierte en amor.
Pues dice Cristo:
“Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado". (Jn 13,34)
Y digo yo que cómo nos vamos a amar entre nosotros si no nos "rozamos". Si no somos amigos, ni nos conocemos, nos ayudamos, tenemos convivencia… es imposible amarse, y menos aun al nivel exigido: como Cristo nos amó.
El niño sí que dio en la tecla: para amarse hay que "rozarse", lo que traducido significa tener un grupo, una comunidad. El papa Benedicto XVI lo dijo bien claro cuando vino a Madrid. Y el mismo Cristo lo dio por supuesto en este pasaje del Evangelio:
"Si (al corregir a un cristiano) les desoye a ellos, díselo a la comunidad". (San Mateo 18, 17)
Hay que estar en una comunidad, un grupo; y una comunidad de vida, no de reuniones. Es la única forma de cumplir el Mandamiento Nuevo, y el que no lo crea que le pregunte al chaval de la anécdota. Él sí que lo tenía claro.
Los Tres Mosqueteros