«El Señor me ha ungido, me ha enviado para dar la buena noticia.»
Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo tercero de Adviento, llamado también Gaudete, que significa la alegría, porque está cerca el Mesías, está cerca el que nos va a liberar de nuestros pecados. Por eso también la casulla de este día es de color rosado, lleno de esperanza, de alegría. Dice el Profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”. Por eso, hermanos, alegrémonos, viene el Señor a liberarnos de nuestras esclavitudes, de nuestra instalación, de los ídolos. El Señor quiere vestirnos con un traje de gala. El Señor ama a los pecadores ama, a los débiles, como tú y como yo; y nos viste de gala. El cristianismo es una fiesta, es una alegría, está cerca el Mesías, está cerca el que quiere liberarte de la esclavitud.
Respondemos con Lucas: “Me alegro con mi Dios. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”. Dios se ha fijado en María por su pobreza, por su humildad. Dios está buscando pobres, humildes, hombres que hayan fracasado… Él los quiere ensalzar. Hermanos, salgamos de nuestra soberbia, de nuestro orgullo y apoyémonos en Él.
La segunda Palabra que nos da la Iglesia es de San Pablo a los Tesalonicenses, dice: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar”, porque es la forma de relación, de contemplación con el Dios vivo. Jesús se ha presentado al mundo en medio de los pobres, va de sitio en sitio anunciando el Evangelio. No despreciéis el don de profecía. Hermano, se te está presentando lo auténtico, lo verdadero, Jesús de Nazaret, Él que es fiel y cumplirá sus promesas.
El evangelio presenta quién es Juan, “un hombre guiado por Dios que es testigo de la luz, la una voz que grita en el desierto”. ¿Cuál es tu desierto? La soledad, el abandono, el sin sentido de la vida, sin futuro… ¡cuántas personas tienen la tentación del suicidio! Hermanos, estamos llenos de desiertos. Hay una voz que grita en el desierto, en medio de nuestros desiertos, y porta una Palabra, el Mesías, que es el Redentor, el que viene a rescatarnos. Dice Juan: “Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”. Por eso, hermanos, renovar el Sacramento del bautismo es fundamental, recorrer las etapas que ha hecho Jesús. ¡Qué importante es ser catecúmeno, es decir, el que escucha, el que tiene el oído abierto!
Deseo, hermanos, en este día la alegría, que el Señor haga de nuestras vidas, una fiesta. Que la paz del Señor esté contigo y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao