Se trata, la verdad, de un santo que siempre me ha intrigado. Muy fácil ver su imagen en las iglesias, siempre cruzando un río, siempre cargado con un niño, acompañado de inscripciones como la que reza “el que contempla la imagen de San Cristóbal no caerá en este día”… y sin embargo, ¿qué sabemos de él? Nada, nada o casi nada. Así que me he propuesto desasnarme por lo que hace al pobre santo y de paso, dar a conocer a Vds. el resultado de mis pesquisas.
 
            Lo primero que se ha de decir es que Cristóbal significa “el que porta a Cristo”, un caso más de santo que porta el nombre de su acción, como sería el de Verónica, “verdadera imagen”, así llamada por lo que constituye la acción por la que pasa a la historia, a saber, la plasmación en el lienzo con el que enjugó el rostro de Jesús del retrato de éste. La etimología no es tan clara, porque si Cristo obviamente significa cristo, no se ve de donde proceda ese “bal” que de ninguna manera significa ni “portar” ni “portador”. Se ve con mucha mayor facilidad en inglés, donde el nombre es Christofer, o en italiano, donde el nombre es Cristoforo, donde ese “fer” y ese “foro” sí provienen de manera muy evidente de la partícula latina “ferens”, portador. Un famoso defensor de la citada etimología es precisamente el más famoso Cristóbal que la Historia ha dado, Cristóbal Colón, que firmaba como “Xpo Ferens” (portador de Cristo), donde ferens” significa “portador”,  X se corresponde con la letra griega “ji”, P con la letra griega “rho” y O con la letra griega “omicrom”, que da Xristos, versión colombina del famoso crismón, que en realidad se forma con la X y con la P pero al que le sobra la O.
 
            Lo segundo que se ha de decir es que su fiesta ha venido cayendo el 25 de julio, pero que en España dada la gran tradición de los dos santos que compartían dicha fecha, San Cristóbal y nada menos que Santiago, el patrón, se ha venido trasladando la de aquél al 10 de julio, es decir, tal día como hoy. Las iglesias orientales lo celebran el 9 de marzo. A lo que aun se ha de añadir que la reforma del santoral que llevó a cabo el beato Papa Pablo VI, San Cristóbal fue de los santos que peor parado salió, pues sin prohibirse expresamente su veneración, sí que perdió protagonismo en el mismo.
 
            Todo esto dicho, y a pesar de su gran popularidad, lo cierto es que al igual que me pasa a mi le pasa a la historiografía, que conoce muy mal al popular santo. Cuenta la leyenda que un rey tuvo un hijo al que llamó Offerus, que consagró a los dioses Machmet y Apolo. Offero tomó la decisión de servir solamente al más fuerte, sirviendo sucesivamente a un rey y a Satán, pero encontró que ambos carecían del coraje que él andaba buscando. Tras buscar con ahínco un nuevo maestro, lo vino a encontrar en un ermitaño que lo instruyó en la fe de Cristo y lo bautizó así, Cristóbal.
 
            Cristóbal toma como nueva profesión el trasladar a la gente de una a otra orilla de un caudaloso río. Un día llevaba a un niño que no hacía otra cosa que crecer sobre sus hombros, el cual se reveló como el creador y redentor del mundo y para demostrárselo, invitó a Cristóbal a hincar su bastón en el lecho del río. Al día siguiente, éste se había convertido en una palmera llena de fruto. El milagro excitó la ira del prefecto, y Cristóbal es apresado, terriblemente torturado y decapitado.
 
            La leyenda se origina en Grecia hacia el s. VI. Pinturas antiquísimas del santo de los tiempos del Emperador Justiniano hacia la primera mitad del s. VI existen en el monasterio del Monte Sinaí. San Gregorio Magno (d. 604) en sus Epístolas (op. cit. 10, 33) habla de un monasterio de San Cristóbal. El Breviario y Misal Mozárabes, escritos por San Isidoro de Sevilla (d.636) contienen un oficio especial en su honor. En Francia su culto se halla muy extendido para el s. VIII. En todo caso, la leyenda alcanza su punto culminante en el año 938 cuando el diácono Walter de Seller escribe su “Thesaurus anecdotorum novissimus”, que conocemos por una edición del s. XI y por la transcripción que de la misma hace una obra que conocen bien los que me acompañan a la sombra de esta columna, la “Leyenda dorada” de Jacobo de la Vorágine.
 
            A pesar del carácter legendario que rodea, como vemos, toda la historia de San Cristóbal, consecuencia de lo cual su “caída” del santoral con motivo de la reforma de Pablo VI, no han faltado defensas de su autenticidad, como por ejemplo las realizadas por Molanus en su obra “De picturis et imaginibus sacris” (1570) y por el jesuita Nicolás Serarius en su tratado “Litaneutici” (1609).
 
            San Cristóbal es patrón de Baden, Brunswiick, Mecklenbourg, así como de camioneros, conductores, marineros, etc.
 
            Así que sin más por hoy y deseándoles como siempre que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos, me despido de Vds. hasta mañana.
 
 
            ©L.A.
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